«El minero» llevaba cinco meses picando la cantera del Pichichi de España. El 12 de octubre había marcado el 0-1 en cancha de Escocia, el gol que abrió la victoria por 2-3. Desde entonces estaba nervioso por acabar de una vez con la plusmarca de Raúl. Aquel tanto en Hampden Park significó el empate con el rematador madridista: 44-44. Se encontraba ansioso por superar esa cifra y eliminar la obsesión que le perseguía desde el Mundial. El asturiano se quitó en Granada un peso de encima. En partido de competición oficial, como a él le gusta. Nada de amistosos. Anotó dos dianas y confirmó por fin su récord. Villa es el máximo goleador de la historia de la selección española. Era la confirmación de una etapa triunfal comenzada con la Eurocopa 2008 y coronada con el Mundial 2010.
Su primer gol en Los Cármenes, el número 45 en su balance, fue marca de la casa: búsqueda del hueco y disparo raso, junto al poste. Era el premio a una hora de intentos constantes por romper el cerrojo checo. Entonces ocurrió lo esperado. Fue conseguir el empate y el ataque español remató al rival en un santiamén. En la siguiente acción ofensiva hubo un penalti cometido sobre Iniesta. Villa reafirmó su reinado. Rubricó el 46.
«El récord es para todos los compañeros y especialmente para Reina», manifestó el jugador. «No estaba yendo el partido como pensábamos, porque nos marcaron un gol casi desde su país. Pero mejoramos en la segunda parte». Ya era el goleador español en los Mundiales, con ocho tantos, tres más que Butragueño, Hierro, Morientes... y Raúl. El «siete» blanco ha sido su reto eterno. El centenario de Xavi se convirtió en la fiesta de Villa.