Esa noche, Obradovic conoció el sabor del fracaso. Instalado en el éxito permanente, el entonces técnico del Real Madrid sufrió su primera derrota en una Final a Cuatro de la Copa de Europa después de haber levantado tres títulos de manera consecutiva. «Lo siento más por los jugadores que por mí», declaró el entrenador blanco, que tardaría cuatro años en volver a una final para ganar la Copa de Europa. Su maldición arrastró al Real Madrid, que hasta anoche acumulaba quince años de sequía continental al más alto nivel. Tres lustros alejado de la fase final de su competición fetiche. Una herida demasiado grande para un club acostumbrado a luchar por todos los títulos en juego.
La marcha de Arvydas Sabonis a la NBA había dejado una sensación de vacío dentro del vestuario blanco. El nuevo proyecto trató de dar continuidad al equipo que había sido campeón de Europa un año antes, pero la sombra del lituano era demasiado grande. La eliminación en París a manos del Barcelona —en un partido que el Real Madrid dominaba con claridad antes del descanso—, dejó muy tocada a aquella plantilla, que sólo se había perdido una fase final de la Copa de Europa en cuatro años. Fue el inicio del fin. El arranque de un largo período de sinsabores, salpicado con algunos títulos menores, como la Recopa de 1997 o la Cola ULEB de 2007.
En este tiempo, por el vestuario blanco han desfilado diez entrenadores y más de un centenar de jugadores que no han conseguido el objetivo. En cinco ocasiones se quedaron a las puertas, cayendo en cuartos de final. La ronda maldita que anoche consiguieron derribar.
El Sant Jordi, la meta
Dentro de un mes, en Barcelona, los focos volverán a alumbrar hacia la casa blanca. A medio camino del éxito, la sola presencia en la Final Four es ya todo un logro para el club. Varias generaciones de jugadores verán su reflejo en los Felipe Reyes o Sergio Llull. Algo parecido a lo que le ocurrió a la Quinta del Buitre cuando Manolo Sanchís levantó la Séptima Copa de Europa en Amsterdam. Ilusión no les va a faltar, aunque tras tantos años de ausencia, insisten en colocarse la piel de cordero y alejarse de los favoritismos. Es hora de soñar.






