El penalti de Djukic es un puñal clavado en el corazón de los deportivistas. El fallo del líbero serbio en el último minuto de la Liga 1993-94 se convirtió en uno de los momentos más dramáticos de la historia de esta competición. Diecisiete años después llega a Riazor el mismo rival que le arruinó el título al Deportivo, el Valencia, sin nada que jugarse como entonces (aunque las malas lenguas hablaron de maletines para favorecer al Barcelona, a la postre campeón). En los 90 el Depor luchaba por la gloria; ahora, por la salvación.
«Son circunstancias diferentes, pero los partidos se parecen mucho», señala a ABC Arsenio Iglesias, el mítico entrenador coruñés, ochenta años ya de sabiduría. «El equipo que tiene una gran responsabilidad se atenaza, mientras el otro juega muy tranquilo. Recuerdo las caras de ansiedad y de nervios en los rostros de mis jugadores. Fallamos el penalti, pero no se acabó el mundo. El Deportivo fue campeón seis años después».
Fernando Gómez, capitán de aquel Valencia, cree que «el choque era muy favorable para el Depor, pero el nerviosismo pudo con ellos. Quizás fue más clave el que perdieron dos jornadas antes contra el Rayo. Hubo polémica sobre nuestro comportamiento, pero el encuentro dependió de la competitividad de cada equipo», comenta. Fernando se sintió apenado por los seguidores coruñeses, a los que vio en la grada «tristes y enfadados». El actual Deportivo es, en su opinión, «un club al que se le exige más de lo que puede dar, teniendo en cuenta el presupuesto con que cuenta para configurar la plantilla. Me sabe mal que el trabajo de Lotina se pueda ver empañado por lo que pueda pasar, porque ha sido sensacional».
El milagro del Súper Depor—en una ciudad de 250.000 habitantes y sin apenas apoyo institucional tuteó a la clase alta de nuestro fútbol— ha tenido un elevado coste. El club de Lendoiro, que contó con estrellas como Bebeto, Mauro Silva, Rivaldo, Djalminha, Fran o Makaay, pudo morir de éxito. Cerró el año 2010 con 94 millones de euros de deuda. El próximo sábado hay psicodrama en Riazor. Esta vez el equipo blanquiazul espera derrotar a sus fantasmas.
