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El descenso agónico de la «expedición Pescanova»

Solo dos de los nueve españoles que el pasado sábado hicieron cumbre en el Lhotse parecen haber salido intactos de la expedición

Día 26/05/2011 - 01.01h

De los nueve españoles que el pasado sábado hicieron cumbre en el Lhotse (8.516 metros de altura, en Nepal), sólo dos parecen haber salido físicamente intactos de la expedición. Congelaciones, edema, agotamiento extremo, deshidratación, ceguera… el parte médico es dantesco, tanto que hasta la médico de la expedición, la doctora María Eugenia Nerín, ha bautizado a los nueve alpinistas españoles como “la expedición Pescanova”, en vista de que casi todos vuelven a casa con congelaciones de mayor o menor gravedad.

El último en ingresar en el club de los “tocados” ha sido Juanito Oiarzábal, que sufrió un desvanecimiento en la recta final de la bajada y tuvo que ser llevado a rastras por los miembros de la expedición de Edurne Pasaban, que salieron en su ayuda.

Mientras los ojos de casi toda la expedición estaban puestos en Lolo y Rober, cuyo estado revestía más gravedad y tuvieron que ser evacuados en helicóptero ayer desde el campo 2, Juanito, Carlos Pauner, Javier Pérez, Juanjo Garra, Carlos Soria e Isabel García bajaban a pie hasta el campo base, donde les esperaban varios médicos y compañeros de otras expediciones. Todo marchaba bien, lento pero bien, hasta que Juanito empezó a dar signos de alarma: continuas paradas para beber, marcha muy lenta.

Los sherpas de Edurne

Justo antes de llegar a la cascada de hielo –uno de los lugares más peligrosos de la ruta, por la posibilidad de caída de inmensos bloques de hielo-, el resto del grupo avisaba que o subían a ayudar a Juanito, o tendrían que pasar la noche al raso allí. Edurne Pasabán –que en los últimos tres días se ha desvivido para ayudar en el rescate de todos los españoles- pidió inmediatamente a varios de sus sherpas que ascendieran a buscar a los cuatro alpinistas que faltaban por llegar, y ella misma junto a Nacho Orviz, Ferrán Latorre y Asier Izaguirre entraron en la cascada por si tenían que ayudar con sus propias manos y una camilla.

Lo explicaba desde el campamento base el periodista Fernando J. Pérez, empotrado en la expedición de Edurne desde hace varias semanas: “Juanito se consumió como una cerilla. Le pusieron oxígeno pero no fue suficiente para reanimarle, quedó inconsciente y tuvo que ser llevado a hombros por Pasang, un sherpa de Edurne. Poco después, al final del glaciar, Edurne y sus compañeros llegaron con una camilla y le bajaron hasta las tiendas del campo base”.

El parte médico no es preocupante: “agotamiento y deshidratación” por el esfuerzo de la ascensión y la dramática bajada. Horas después, tras recibir suero y oxígeno en el campo base, el montañero vasco recuperaba su tradicional sentido del humor aunque, como el resto de su expedición, serán evacuados mañana en helicóptero hasta la capital nepalí.

A diferencia de otros como la propia Pasaban, Carlos Pauner o Lolo González, de momento Oiarzábal no ha aprovechado su momento de atención mediática para felicitar y agradecer el trabajo de los que han posibilitado que salga de esta expedición con vida.

“Cuando la gente me pregunta si yo tengo héroes… Héroes son este tipo de personas como Damián y Matoco, que arriesgan su vida para rescatar a una persona que apenas conocen. Estas 48 horas me han servido mucho más que muchos años que llevo en el Himalaya. Quiero dar las gracias a todos, a todos estos HÉROES, que me han demostrado que merece la pena vivir y que la montaña es nuestra vida”, decía una agradecida Edurne desde el campo base.

De vuelta a casa

“Nosotros, la expedición Endesa Everest sin O2, nos volvemos para casa. Estamos exhaustos y Vitor, nuestro meteorólogo, no nos ha dado una previsión buena para los próximos días. Es la mejor decisión para todos”, termina. No han hecho cumbre, pero han ayudado en el que posiblemente sea recordado como el rescate más milagroso en los ochomiles nepalíes, el que ha permitido que nueve españoles regresen a casa.

Mientras en el campo base esperan la llegada de más helicópteros que saquen de allí a los montañeros del Lhotse, en el hospital de Kahtmandú, donde se recupera de sus heridas y no para de dar las gracias a todos por su milagroso rescate, el propio Lolo ha contado a la doctora Nerín lo que recuerda de sus horas al límite a más de 8.000 metros de altura. Subía “bien y muy cómodo”, y pisó la cumbre hacia las tres y media de la tarde. No recuerda haberse caído en la bajada, pero lo cierto es que sí se cayó y pasó casi 18 horas sin moverse, a la intemperie, a unos 8.000 metros de altura. Allí le encontró su rescatador, el argentino Damián Benegas, que al acercarse al lugar donde estaba vio que el supuesto cadáver “se movía”. “Le preguntó que cómo estaba y él dijo que vivo”, explica la doctora Nerín, a lo que el argentino le respondió: “pues tienes suerte, porque venía a identificar un cadáver”.

Lolo explicó a su rescatador que no podía mover las piernas, lo que hizo pensar a todos que las tenía fracturadas. Los argentinos (Damián y su guía Matoco) consiguieron volver a llevar a Lolo hasta las cuerdas fijas y de ahí bajarle al campo 4. Según fueron descendiendo con el herido, Lolo fue entrando en calor y recuperando la movilidad en las piernas. Tanto, que llegó al hospital –evacuado en helicóptero- al día siguiente en casi perfecto estado de revista. “Congelaciones de primer grado en cuatro dedos de la mano y de segundo grado en varios dedos de los pies”. En un par de días llegará a la clínica MAZ de Zaragoza, una de las mejores del mundo en tratamiento de congelaciones, donde seguirán cuidando sus dedos para intentar que no haya que amputárselos.

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