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Tenis / roland garros

Final feliz para Nadal

El balear gana a Andy Murray en el día de su 25 aniversario y luchará por su sexto título en París

Día 03/06/2011 - 22.27h
Roland Garros
Semifinales12345
R. Nadal676
A. Murray454

El grito de Rafa Nadal, arrodillado la arcilla de la Philippe Chatrier, resumía todo lo que ha sido este torneo hasta la fecha. Ahora, tal y como estaba previsto porque ha mal acostumbrado al personal, el español se planta en su sexta final de Roland Garros después de derrotar a Andy Murray por 6-4, 7-5 y 6-4 en tres horas y 17 minutos de partido, pero con perspectiva se da cuenta de lo que ha costado llegar hasta aquí. Casi rendido en la primera ronda, dubitativo en los duelos posteriores, el mejor Nadal asoma en las batallas importantes como lo era esta semifinal o los cuartos contra Robin Soderling. El campeón nunca se rinde y apunta a Bjorn Borg en su asalto a la sexta corona francesa. [Narración y estadísticas]

En la victoria de Nadal hay una ración doble de paciencia, fundamental para superar a un rival al que su talento no le da resultados en citas grandes. Es un tenista buenísimo, mucho más peligroso cuando juega a la contra y con un repertorio de golpes asombroso, pero le falta algo para dar el salto definitivo. Ha jugado tres finales en Grand Slams y las tres las ha perdido. Ha sido el británico más fiable de los últimos tiempos y tampoco ha podido con el gafe que persigue a las Islas desde 1936, cuando Fred Perry logró el último título de semejante envergadura. Y ha sido el último en ser sometido por el tenis de Nadal, feliz en su vigésimo quinto aniversario porque el regalo que se lleva el mallorquín es enorme. Ahora le falta rival, que sale del duelo entre Novak Djokovic y Roger Federer que se celebraba a continuación.

No fue el partido más bonito de cuantos se han jugado en el torneo y tampoco el más emocionante, pero sí dejó detalles de valor. Fue un maratón durante los dos primeros parciales, con juegos disputadísimos que se alargaron incluso durante quince minutos, y con una sucesión de roturas sorprendente, en especial durante el segundo set.

Antes, Nadal había tomado ventaja al cerrar la primera manga por 6-4 tras 62 minutos de debate, que se quedaron cortos por lo que vino a continuación. En la segunda manga, todo lo que lograba el balear lo entregaba de inmediato y se repartieron cuatro breaks de forma consecutiva, generosos en las concesiones, carrusel de errores enlazados con puntos notables. Hasta que en el undécimo juego Nadal piso fuerte y se puso con 6-5 y saque, que esta vez no regalaría. Cerró en blanco, nada que ver con lo que se había visto hasta ese instante.

Pareció decisivo porque a Murray no le daba y se le nubló la vista al ver la montaña que tenía que escalar, errático y timorato al desaprovechar quince de dieciocho bolas de break en todo el encuentro. Entonces ya le molestaba más que nunca el tobillo, maltrecho después de que se lo torciera de forma dolorosa en la tercera ronda contra Berrer, se quejaba de un viento incomodísimo que movía la tierra (algún sombrero salió volando del palco) y miraba sin consuelo a su gente, nerviosa y superada su madre a la hora de animar a su chaval. Pareció decisivo también porque a Nadal se le soltó más el brazo y dominó la situación con mucho menos titubeo. Rompió a las primeras de cambio (en blanco) y vivió de la renta, sereno cuando tuvo que salvar situaciones de peligro con su saque. Le funcionó bien el revés, tuvo un porcentaje alto de primeros servicios (72%) y se llenó el depósito de confianza para la final del domingo (15 horas). Ahora, tarta y velas para Nadal. Otro cumpleaños feliz en París.

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