Vuelta al principio de todo. El Atlético recurre al último entrenador que tuvo Jesús Gil para enderezar una nave que va dando bandazos. Ayer, después de tres horas de reunión, los rojiblancos contrataron a Gregorio Manzano por una temporada, solo por una. Es un dato que no invita al optimismo. Si se quiere realizar un proyecto, con convencimiento total, se ficha a un técnico con proyección de futuro, un entrenador que disponga de tiempo y tranquilidad para que el plan cuaje y dé sus frutos.
Pero no está tan claro que Goyo Manzano, entrenador serio y sensato donde los haya, tenga el respaldo cien por cien de los responsables del club. Es una sensación que se acrecienta si se sigue la pista de las últimas semanas, un poco antes incluso de que Quique Sánchez Flores confirmase su adiós a la entidad, justo en el momento en el que la cúpula bicéfala de los rojiblancos se volvió para buscar nuevo entrenador.
Como suele suceder en ese club de dos cabezas, cada una miró para un sitio distinto. Es sabido que el único punto común que tuvieron en esa larga búsqueda de capitán para llevar el timón fue Rafa Benítez, la primera puerta a la que llamaron. Malas vibraciones cuando el ex del Liverpool dijo que no. Benítez estaba atado de pies y manos por su propia casa. Su mujer no quería salir de Inglaterra y, de hecho, aspiraba a seguir viviendo lo más cerca posible de Liverpool, ciudad que le encanta. Benítez sabía que el Aston Villa, a pocos kilómetros de la ciudad de los Beatles, estaba a punto de cesar a su técnico. Así que dio largas a los rojiblancos y cuando supo que tenía claras opciones de ser el nuevo técnico del conjunto inglés, dijo que no a los españoles.
Se escapó Luis Enrique
Entonces llegó el lío de siempre. Miguel Ángel Gil era partidario de traer a Luis Enrique, que había hecho una formidable temporada con el Barcelona B. Sin embargo, Enrique Cerezo creía más en Joaquín Caparrós, un hombre acostumbrado a mirar la cantera. En medio de la batalla, Gregorio Manzano sonaba en la lejanía, sin apenas posibilidades.
Entonces sucedió algo curioso. Cerezo estuvo a punto de salirse con la suya cuando Gil comenzó a inspeccionar las redes sociales. Y se asustó. Se asustó mucho. El seguidor rojiblanco, insatisfecho casi siempre, bramaba contra Caparrós. A unos les parecía defensivo, a otros poco elegante, a otros un broncas... Siempre una pega. Así que Gil se impuso y dijo que no. Cerezo se dobló y aceptó ir a por Luis Enrique, pero este ya tenía sobre la mesa la oferta de la Roma y, cuando la aceptó, ya solo quedaba una opción: Gregorio Manzano.
Tampoco parece que la elección les haga partirse de risa. Parte de la grada rojiblanca trocea a Forlán por un año de desgracia olvidando sus 38 goles anuales durante muchas temporadas. Así que ahora parecen recordar más el «¿dónde está el 7?» (famoso grito con el que preguntaban a Manzano por Movilla, jugador preferido de la afición), que el hecho de que este técnico les puso a un solo gol de entrar en Europa con un equipo infinitamente peor que los que luego ha tenido el conjunto rojiblanco.
Sin rumbo fijo
Pero más allá de la elección, lo malo de este sendero tortuoso son las opciones barajadas. De todos los nombrados, ninguno es parecido entre sí. Luis Enrique opta por la escuela barcelonista, Caparrós es duro y fajador, Simeone lo mismo y sin experiencia, Benítez es «amarrategui» y Manzano exprime sus grandes dotes de psicólogo. El problema es que no hay un patrón, no hay un plan establecido de «vamos a jugar a esto y para eso queremos a este técnico que nos recomendará a fulanito y menganito». Un plan coherente que aglutine divisiones inferiores, primer equipo, cuerpo técnico, agentes y núcleo directivo. En suma, una búsqueda de la identidad propia. Quizás por eso Gil y Cerezo han metido al club en el diván de Manzano, un psicólogo de primera.
No obstante, el andaluz llega en mal momento. El Kun proclama a gritos que se quiere ir y De Gea se hace el tonto como si media España no hubiese oído que ya tiene casa en Manchester. Calvos o con dos pelucas, los dos están más fuera que dentro. Y las opciones que baraja Caminero no ilusionan a los rojiblancos: Silvio, Miranda y Adrián no son fichajes para tirar cohetes. De hecho, en las redes sociales empieza a correr la voz de que no se renueven los abonos hasta que no se sepa la configuración de la plantilla. Su razonamiento es claro: «Si voy a ver una película quiero saber quién la ha hecho y qué actores trabajan en ella». Y el Atlético ya tarda.
Manzano y Caminero tienen trabajo: el primero, ilusionar a la gente, y para eso han de pujar fuerte por Piatti y Osvaldo, ambos en la agenda de los rojiblancos. Luego, ya se verá...








