Estamos muy mal acostumbrados. No encontrar pilotos españoles que luchen por el triunfo es demasiado extraño en el «paddock» del motociclismo. Si Lorenzo nos dejó sin tensión en la categoría reina, la caída Márquez acabó con las aspiraciones españolas en la cilindrada de Moto2. Su primer puesto en la parrilla no sirvió para mucho en una carrera disputada bajo una lluvia constante que fue el mayor enemigo de todos.
Marc voló por los aires en uno de los tramos más peligrosos del circuito, en un charco que daba miedo. Pasini también rodó por la hierba en su anhelo por cazar a Bradl cuando era segundo. Sí, es cierto, el alemán no yerra. El líder del Mundial tomó la cabeza, arriesgó sobre el aguacero, estuvo a punto de salir por orejas sobre la cúpula de su Kalex, soportó el latigazo de su máquina y se adjudicó la cuarta victoria en seis grandes premios. Es el mejor. Indiscutible.
Sofuoglu, el turco que dejó a Simón con la pierna rota, también perdió diez posiciones en una salida de pista. Y Redding, que corría en casa. En esta anarquía de accidentes, Smith y Pirro supieron acompañar al alemán en el palco. Rabat, sexto, hizo la carrera de su vida. Bradl tiene 62 puntos de ventaja al cabo de 150 disputados. El año próximo saltará a MotoGP. Yamaha Tech3 le ofrece montura.







