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A este Barcelona aún le dura el moreno playero de las vacaciones. Le cuesta llegar a la presión y los kilos de más se adosan al balón, cuyo movimiento plomizo en muchas fases del partido evidencia la falta de preparación. Se le notan todavía los excesos del verano, sí, pero va tan sobrado, que sin estar aún al cien por cien, sumó ante el Oporto un nuevo título, el duodécimo de la era Guardiola, con Messi, de nuevo, ejerciendo como líder indiscutible. [Narración y estadísticas]
Veinticuatro horas después de recibir el galardón que le acreditaba como mejor futbolista del continente europeo, el argentino demostró que, hoy por hoy, no hay otro más decisivo que él. Agazapado en la banda, ahogado y sin espacios por la presión del Oporto, el otrora menudo delantero azulgrana aguardó su momento. Minutos antes de estrenarse como goleador en la Supercopa de Europa, el único torneo de clubes que se le resistía, Messi tuvo que pasar por «boxes». Algo no iba bien y pidió el cambio de botas. Mano de santo.
El nuevo calzado resultó ser un imán para el balón, que a partir de entonces se movió al compás de los pies del argentino. La defensa lusa llegaba siempre un segundo tarde. Suspiros teñidos de albiazul que recorrían el Luis II de Mónaco, hasta que Guarín los convirtió en grito ahogado tras una cesión forzada que terminó en los pies de Messi. Quién si no.
El «10» del Barcelona no desaprovechó el regalo del colombiano. El asombro le duró un segundo. Un chispazo en el que tuvo tiempo para recoger la bola, darse la vuelta y encarar. El regate, fugaz, dejó en mal lugar a Helton, que vio cómo el balón acariciaba lento las redes.
El gol no hizo justicia al buen primer tiempo del Oporto. Apoyado en un derroche físico espectacular —la única forma de meterle mano a este Barça de pretemporada— los de Pereira fueron mejores durante la primera media hora. Con dos líneas de cuatro plantadas en el césped, al Barça le costaba salir desde atrás. Omnipresente en la presión, Hulk mordía en cada acción. A la defensa de circunstancias de Guardiola, con Mascherano y Abidal de centrales, se le vieron las vergüenzas en más de una ocasión, aunque sus centros se quedaban huérfanos sin Falcao en la punta de ataque.
Penalti de Abidal
En una de esas, el francés se confió ante la presión de Hulk. Recortó dejando atrás al brasileño, sin percatarse de la llegada de Guarín, al que arrolló sin que el árbitro holandés quisiera meterse en problemas. Fue el único apuro serio del Barcelona, al que Guardiola tuvo que refrescar para evitar males mayores.
Los cambios del catalán dejaron en mal lugar a Villa y Pedro. A excepción de los cambios obligados por las lesiones, Guardiola sigue respetando los galones ganados en el pasado. Alexis y Cesc aguantan aún en el banquillo, pero actuaciones como las de esta noche, ponen a los dos delanteros a un paso del banquillo. Entre Messi y Cesc fabricaron el 2-0. Una obra de arte que coronó al campeón.
