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Su liderazgo supera fronteras. Su capacidad para ganarse al público emula a Rossi. Los aficionados de todo el mundo se definen seguidores de Márquez. «Antes éramos de Valentino». Marc les encanta. Viven sus remontadas. Sufren con él. Disfrutan por presenciar técnicamente a un campeón que sorprende. Tiene 18 años y es recibido en cada país como un ídolo. En Australia le saludaron como al futuro sucesor de Stoner. Ayer agrandó su carisma en este país enamorado de las motos. La gradas vibraron con su adelantamientos supersónicos. Sancionado por arrollar a Wilairot el viernes, el español partió en carrera desde la última posición. El puesto 38. Veinticinco vueltas más tarde era tercero en la meta. No es de este mundo.
Solo perdió cuatro puntos frente a Bradl, su enemigo por el título de Moto2. La diferencia en la clasificación general, ahora, es de tres puntos a favor del alemán. La gente se levantó en las tribunas ante una hazaña para la historia. Fue jaleado por los comisarios australianos al entrar al box del podio. Tiene los genes que marcan la diferencia.
Su actuación en el asfalto australiano ya le ha coronado, con independencia de si conquista o no el cetro en las dos pruebas pendientes. El castigo de un minuto en la parrilla, impuesto el viernes, parecía una condena a un campeón. Llegaba como líder, con un punto de ventaja sobre Bradl, y el correctivo le dejaba tocado, no hundido. Lo que sucedió en la pista es que el hijo de Juliá y de Roser volvió a revolucionar el «paddock». Incluso a sus padres. Márquez rompió todos los pronósticos. Su arrancada en el gran premio estableció una plusmarca mundial.
16 puestos en cuatro curvas
Con el farolillo rojo a cuestas, posado en la plaza 38 de la parrilla, el niño adelantó a dieciséis pilotos en cuatro curvas. En la primera vuelta era decimosexto. Dejó atrás a veintidós pilotos en 4.448 metros. MM coqueteaba con una caída.
En la quinta vuelta ya era noveno. Comenzaba el momento más duro. Debía cazar al grupo de cabeza, liderado por su enemigo, Bradl. Era volver a empezar. Y volvió a la carga. Dejó atrás a Luthi. A Pol. A Smith. Cuando era sexto, Alzamora le dijo con el cartel: «OK». Ni caso. Buscaba el cuento de hadas. Superó a Di Meglio. A Redding. Era cuarto. Y Corti se le pegó como una lapa para disputarle el tercer cajón. La pelea frenó su locura de cazar a De Angelis y a Bradl, que le sacaban tres segundos.
Mientras Marc vencía a Corti en su duelo individual, Alex derrotaba al alemán. Los dos resultados eran un reflejo de la temporada. El ídolo ya es el campeón real.







