Economía

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Los indignados, Durao Barroso y sus propuestas frustradas

Eurobonos, una tasa a las transacciones financieras, prohibición de bonus a los bancos en apuros... El presidente de la Comisión recoge el malestar de la calle, pero sus incómodas iniciativas rara vez se llevan a la práctica

Día 26/10/2011 - 13.23h

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Lo intenta, pero no hay manera. José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, se está convirtiendo en una especie de voz incómoda de la conciencia europea merced a sus insistentes propuestas para limitar los excesos del sistema financiero y para que la UE supere su convulsa situación actual. Pero es una voz también insistentemente ignorada. Muchas de las propuestas de Durao, veterano liberal, se hacen eco de la contestación en la calle del movimiento de los indignados, pero pocas de ellas llegan a materializarse. Sus baldíos llamamientos a la responsabilidad de los gobernantes europeos y a la adopción de medidas urgentes para salvar el euro son el reflejo, uno más, de la exasperante lentitud de la toma de decisiones de la Unión y rara vez llegan a llevarse a efecto.

Durao se ha cansado de lanzar mensajes de alerta. Su historial como la voz que clama en el desierto es extenso, pero sus hitos principales tienen lugar en la crisis financiera todavía en curso. En las últimas semanas, Durao se ha prodigado lanzando mensajes de esos que luego quedan en agua de borrajas debido a un diseño institucional tendente a asegurar la preeminencia de los estados en el proceso decisorio.

El 14 de septiembre, Durao Barroso anunciaba que propondrá la emisión de eurobonos, algo que vienen reclamando destacados exlíderes europeos y diversas voces de la izquierda. Era un debate recurrente desde que comenzaron los problemas de la deuda soberana de los países periféricos en el que el presidente de la Comisión se zambulló con la mejor de sus intenciones: «Las grandes economías del euro deben convencerse de que la solidaridad es también en su interés propio», declaró. Desde la mayor de esas economías, la alemana, reiteraron su ya conocida negativa a la emisión de títulos de deuda mancomunada.

Aunque Barroso ya asumía que su propuesta no sería «de aplicación inmediata», el ministro de Economía de Angela Merkel, Philipp Rösler, yuguló de antemano incluso las modestas expectativas del político portugués. Rösler recogía el criterio muchas veces expresado por la canciller, que en agosto señaló que «los eurobonos no son la solución a la actual crisis». En resumen, que a los eurobonos, «nein».

Trabas a la banca

Otro caballo de batalla agitado recientemente por el presidente de la Comisión y que forma parte de una de las más recurrentes reivindicaciones de los indignados es el de la imposición de una tasa que grave las transacciones financieras, la conocida como tasa Tobin, en alusión a James Tobin, el premio Nobel de Economía que la propuso por primera vez. El presidente de la Comisión planteó oficialmente en el Parlamento Europeo el pasado 28 de septiembre un gravamen con el que espera que se recauden hasta 55.000 millones de euros. En coincidencia con las protestas de los simpatizantes del 15-M en todo el mundo, Barroso clamó: «Ha llegado el momento de que el sector financiero devuelva la contribución de la sociedad».

Sin embargo, una vez más, la iniciativa de Barroso parece abocada al fracaso. Desde Londres el Gobierno de David Cameron advirtió de que no aceptará la imposición de la tasa si no se aplica «a nivel global» y el gobernador saliente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, también se mostró en contra de la medida por el peligro de deslocalización de la actividad financiera que entraña. ¿Un nuevo proyecto abortado del «indignado» Barroso?

El último episodio ha llegado a cuenta del tormentoso proceso de recapitalización de la banca europea impulsado desde Bruselas, en el que todo indica que las entidades en apuros serán una vez más sostenidas con fondos públicos. El que fuera primer ministro luso se aprestó a erigirse en portavoz del descontento popular y demandó ante el pleno de la Eurocámara que se prohíba a los bancos repartir bonus y dividendos mientras no cumplan los requisitos de capital exigidos o presenten planes creíbles para hacerlo. De momento, ninguna figura relevante se ha expresado públicamente en contra de la última propuesta del presidente de la Comisión, pero eso no garantiza que finalmente vaya a llevarse a la práctica. Por más enérgica y activa que se muestre la Comisión, es el Consejo, donde se sientan directamente los representantes de los estados miembros, el que tiene la última palabra. Y, como está dejando el que hoy debe ofrecer una salida al laberinto del impago de Grecia, estas reuniones parecen cada vez más una jaula de grillos.

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