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Mario Draghi , hasta ahora gobernador del Banco central italiano, coge hoy el timón del Banco Central Europeo (BCE), en sustitución del francés Jean Cluade Trichet. Su posición es extremadamente difícil, pues a nadie se le escapa que Italia corre cada día más el riesgo de transformarse en el epicentro de la crisis de deuda soberana. Por eso, cualquier nuevo gesto de Draghi en la dirección de la Eurotower en Fráncfort, sede del BCE, para apoyar a Italia, corre el riesgo de ser interpretado, sobre todo dentro del país más fuerte de la eurozona, Alemania, como una especie de ayuda a favor de su país. De ahí que todos los analistas consideren que la prioridad de Draghi será ganarse la confianza del pueblo alemán, partidario de una rigurosa política monetaria.
Se espera que el mandato de Draghi suponga una ruptura en la forma con el pasado representado por su antecesor. Los analistas ven a Trichet más emotivo, mientras que a Draghi, templado jugador de tenis y de golf, lo consideran más frío y cínico. Pero en la sustancia se mantendrá una línea de continuidad.
Draghi está preocupado por la falta de crecimiento en la eurozona y no le ha importado descubrir algunas de sus cartas, como la continuidad en la compra de títulos de Estado de los países en riesgo, al tiempo que presentó recientemente su receta al Eurogrupo: «Es urgente darse una “gobernanza”, en la que la disciplina presupuestaria y la solidaridad encuentren un apoyo recíproco».








