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La NBA no arranca. El sindicato de jugadores y los propietarios de los clubes siguen enredados en una discusión barroca que está dejando con un palmo de narices a los aficionados al baloncesto. Discuten, como siempre, por dinero: los empresarios dicen que la crisis también les está afectando y quieren pagar menos a las estrellas.
El «lock out» (cierre patronal) ya ha cancelado el primer mes de competición y amenaza con suspender la temporada. «Hay muchos compañeros que están viviendo al día», se quejó el disidente Jerry Stackhouse, ex de Miami Heat. ¿Viviendo al día? ¿Cómo puede un chaval que gana millones de dólares «vivir al día»? ¿Cómo se alcanza semejante nivel de despilfarro? Delonte West, escolta de Boston Celtics, podría responder a estas cuestiones.
West es un buen jugador. Desde que debutó en 2004 lleva más de 400 partidos en la NBA con tres equipos (Boston, Seatle y Cleveland). Promedia diez puntos por partido. En siete temporadas ha ganado más de 14 millones. Y el «lock out le ha dejado sin blanca. A finales de verano se vio obligado a buscarse un trabajo por horas mientras comenzaba la temporada. Lo encontró. Desde el pasado 1 de octubre, Delonte West es repartidor de muebles en la fábrica RegencyForniture.
Feliz con su nuevo puesto, él mismo subió al Twitter varias fotos de sus primeros días en el almacén, posando con sus asombrados compañeros o en el camión de reparto, sentado al volante. Hace una semana, todavía estaba como loco para juntar 250 dólares para ir a una fiesta: «¡Eso son dos sofás y seis dormitorios!», tecleó jadeante en su cuenta. No se sabe si lo consiguió, aunque sí que ha ganado el suficiente dinero para comprarse una furgoneta vieja («estilo O. J. Simpson») y pintarla de negro.
Seguir las aventuras de Delonte West durante el cierre patronal de la NBA está siendo uno de los pasatiempos favoritos de los aficionados americanos, que se parten de risa con sus andanzas. West maneja mucho mejor las manos que la cabeza.
Nadie sabe cómo ha podido dilapidar 14 millones de dólares en siete años. Sobre todo, porque en los últimos tiempos no ha tenido muchas ocasiones para gastárselo: se pasó todo 2010 en arresto domiciliario, condenado por conducir a toda pastilla por una calle central de Washington sobre un triciclo motorizado... y armado con dos pistolas, una escopeta cargada y un cuchillo de montaña. «Mi madre me dijo que quería que me llevase las armas a otro sitio y eso es lo que hacía. No estoy orgulloso de ello, pero suena peor de lo que realmente fue», confesó a la revista «Slam».
Hasta hace seis meses debía llevar una pulsera monitorizada por la Policía: «Solo me la quitaban en la cancha», recuerda. Cuando salía del pabellón, debía irse directamente a casa y dar detallada cuenta a los agentes de su paradero. «Eso no le ha cambiado, pero le ha hecho madurar», resume su manager y amigo de la infancia, Mark Fassett. Según parece, los jueces no le dejan aún salir del país y eso impide cualquier fichaje por un equipo extranjero. En el formulario que rellenó para pedir empleo, West aseguraba que había sido procesado por «un malentendido».
Delonte West (28 años) es un tipo singular. Descendiente de los indios Piscatawey, el escolta se hunde, cada cierto tiempo, en depresiones de caballo: «A veces me sale un partido redondo, meto la canasta definitiva y todo el mundo corea mi nombre... Debería estar bien, pero me siento basura. Siempre trato de autodestruirme».






