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Ajustes de agenda y una reunión ineludible, explicaciones de su gabinete para tan sorprendente ausencia
Día 14/12/2011
BELÉN DÍAZ
Gabriele Finaldi, junto a la obra de Bruegel el Viejo restaurada
Si no quería ser protagonista en su despedida del cargo, nadie lo diría. Ángeles González-Sinde estuvo donde podría no haber estado —hay quien cree que su sonado (y lujoso) tour por tierras (y hoteles cinco estrellas) de México DF, Nueva York y Moscú como ministra en funciones podría haberse evitado en tiempos de crisis y debería haber delegado en embajadas— y, sin embargo, no estuvo donde sí debería haber estado. O sea, ayer en el Prado. No se merece el buque insignia de la cultura española (Sinde siempre se jactaba de ello en sus discursos) tal desdén: su llamativa y comentada ausencia en el que iba a ser su último acto oficial en el Prado, dejando colgados al museo y su Patronato (Plácido Arango, Alicia Koplowitz, Javier Solana y demás ilustres patronos). Sorprende, primero, porque estaba prevista su presencia e intervención en el acto, como rezaba en la convocatoria del museo. Segundo, porque se presentaba una obra de Bruegel el Viejo —no todos los días se da esa oportunidad— que se compró con ayuda del Ministerio de Cultura, que aportó 4 de los 7 millones de euros que costó. Además, veían la luz cuatro obras adscritas por Cultura al museo este año (dos de Luis de Morales, una de Bernardo Strozzi y otra de un seguidor de Jos van Cleeve, amén de dos daciones de obras de Ignacio de Ríes y Alejandro de Loarte). Tercero, porque de este museo parece más que obligado despedirse oficialmente como ministra.
Puestos a hallar los motivos de su ausencia, solo encontramos evasivas. Su jefe de Gabinete y la directora general de Bellas Artes hablaban de ajustes de agenda. Su director de comunicación decía que «su intención era asistir, pero tenía reuniones ineludibles» (¿?) Nadie sabe con quién estaba reunida Sinde a esas horas. Pero va más allá y echa la culpa al Prado: «El museo se precipitó enviando la nota a la prensa. Intenté pararla, pero ya fue tarde». El hecho es que la subsecretaria de Cultura tuvo que disculparse en su nombre públicamente y el director del Prado (caballerosidad obliga) le daba las gracias a Sinde —en ausencia— por su ayuda en la compra del Bruegel. La prensa especulaba con otros posibles motivos: ¿quizás evitar preguntas incómodas sobre su tour de lujo o sobre las declaraciones de Zapatero, horas antes en ABC Punto Radio, acerca de la no aprobación «in extremis» de la ley que lleva su nombre?
Sea como fuere, Sinde se perdió uno de esos actos que nunca debió perderse. En la reunión del Patronato previa se aprobó la incorporación al mismo de las seis entidades benefactoras del museo (AXA, BBVA, Telefónica, Acciona, Iberdrola y «la Caixa»), además de los directores de las Academias de Bellas Artes y la Historia como vocales natos. Horas después se celebró un multitudinario acto, en el que la conservadora Pilar Silva, la restauradora Elisa Mora, que llevó a cabo durante dos años una minuciosa intervención en la sarga de Bruegel el Viejo, y Manfred Sellink, máximo especialista en el pintor, explicaron tanto la historia del cuadro como los pormenores del proceso de recuperación de «El vino de la fiesta de San Martín», que, hasta el 25 de marzo, se exhibe en solitario en una sala del museo. Sellink lo califica como «el descubrimiento más importante del arte flamenco en los últimos 25 años». «Son unos Reyes Magos anticipados», dice Miguel Zugaza. Y Sinde, reunida, se perdió la cabalgata.
