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Deportes / REAL MADRID

Cristiano se impone al Toralín

Se alivió de su pequeño waterloo conel Barça exhibiendo su voracidad enel Bierzo, donde volvió a marcar

Día 14/12/2011

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Superado el éxtasis que embargó a los agradecidos ciudadanos del Bierzo desde que aterrizó el Real Madrid en el aeropuerto de León, Cristiano Ronaldo se mostró donde más luce: el campo de juego. Venía el portugués de un pequeño waterloo personal: fiasco grupal ante el Barça e inapelable derrota personal ante su homólogo, Leo Messi. Se midió a un enemigo desconocido: el dueño del Toralín y sus circunstancias. Un campo pequeño, adversarios que no le sonaban de nada y ese severo soniquete que le acompaña allá donde va, sea quien sea el contrincante. En las gradas azules, ayer en Ponferrada, también le silbaron cada vez que tocó el balón.

Para empezar, buscó el calor de un aliado. Chocó los cinco con Marcelo al vigoroso estilo moderno —palma contra palma y pulgares cruzados— y se abrazó a su compadre en un amoroso saludo. Confianza, hermano.

Fiel a su estilo, buscó protagonismo al primer instante. Cogió el balón por la izquierda, la parcela que defendía Malo, se giró hacia su derecha y probó con el primer tiro. Agua. La pelota chocó en una pierna leonesa. Al Toralín no le gustó la maniobra o, simplemente, aplicó el efecto contagio que se ha extendido por España: silbó a Cristiano con ganas, que es gratis.

Sin mucha asistencia por parte de Sahin, Kaká o Khedira, Cristiano entendió que debía buscarse la vida en solitario. Con el cuello de su camiseta cuidadosamente alzado, al estilo de la tradición del automovilismo, comenzó a reclamar el balón entre líneas. Y empezó a rondar el gol.

Hizo dos bicicletas antes de chutar al muñeco en una acción que reclamó como suya Higuaín. Y no llegó a un pase demasiado fuerte de Callejón, con la portería vacía.

El gol de Callejón evitó pensamientos nocivos en el madridismo (Alcorcón, Toledo, etc) y espoleó a Cristiano, cuya inmersión en el partido fue total. Lanzó una falta contra la barrera, una más, y lamentó un fuera de juego que no era en un guiño con el linier.

Su participación final retrató al jugador que conocemos. Se enganchó con un adversario, Samuel, después de una chiquillada (lanzó una patada a la pancarta por algo que no le gustó) y recibió la bronca padre del Toralín. Se animó el estadio, pero también se animó el portugués. Peligro para la Ponferradina. Cabeceó alto un centro desde la derecha antes de arrancarse en una cabalgada de búfalo, sortear a Malo y chutar con la zurda para conseguir el segundo gol del Madrid. No pudo contra el Barça, pero sí en el Bierzo. A los 77 minutos, Mourinho le dejó descansar porque había resuelto el partido.

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