Casa Molina cierra tras 60 años de cocina casera y calidez en el Tiro de Línea

El espacio se despide este domingo 5 de febrero después de que Ángel Molina, hijo del fundador del negocio, se jubile tras una vida dedicada a la hostelería

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No corren buenos tiempos para la hostelería de toda la vida. Después de conocer el cierre de La Alicantina y el de la trianera Casa Diego, ahora llega el turno a otro emblema del Tiro de Línea: Casa Molina.

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GURMÉ se ha acercado a esta soleada esquina de la calle Almirante Topete para vivir una de las últimas mañanas de este popular establecimiento.

Los empleados y los clientes comentaban ya con nostalgia la orfandad que aguarda a sus más fieles peregrinos, acostumbrados a parar en este punto de la ciudad para disfrutar de esa tostada de jamón recién cortado o de la primera caña.

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Casa Molina abrió en 1962 de la mano de José María Molina, quien comenzó en un local de apenas 30 metros cuadrados que hoy alcanza los 240 después de sucesivas ampliaciones añadiendo locales anexos, desde un taller de bicicletas a una peluquería.

El mérito del buen tapeo, sin embargo, pertenece a la descendencia del fundador, puesto que fueron sus hijos José Manuel, Ángel y Antonio (actualmente Ángel es quien regenta el negocio) quienes apostaron por tapas sevillanas con las que acompañar las cervezas y vinos que despachaba su padre (él sólo tenía algunas tapas frías).

Motivo del cierre

Ángel Molina ha llegado a su edad de jubilación sin que se plantee una opción viable de continuidad para el establecimiento. «A todo el mundo le ha dado mucha pena pero yo ya no puedo seguir tantas horas allí», indica.

Su hermano José Manuel se jubiló hace cuatro años y desde entonces es él quien ha llevado a solas las riendas del negocio. «Ofrecimos el traspaso al personal pero a nadie le ha interesado, tal vez ahora llegue algún hostelero que quiera hacerse cargo», dice esperanzado.

Además del local de 240 metros cuadrados, cada uno de los tres hermanos dispone de una vivienda en la planta superior y, como comenta Ángel Molina, también están disponibles para quien pudiera estar interesado.

Ahora Ángel sueña con tener tiempo libre para disfrutar de su familia, después de décadas dedicado por entero a la sacrificada vida del hostelero.

Los empleados

Francisco Javier Pitt es el empleado más veterano del establecimiento (junto al cocinero, José María Fuentes), al que lleva vinculado casi tres décadas. Recuerda que su hija dio sus primeros pasos junto a la barra y otros muchos momentos que han marcado estas décadas.

«La mejor etapa fue la anterior a las crisis del ladrillo, cuando éramos 14 empleados y había muchísimo público», dice con nostalgia.

«La clientela es maravillosa, da mucha pena despedirse de ella después de tantos años», comenta Pitt, quien entre risas bromea con que es primo del famoso actor de Hollywood. «Molina es solera en el barrio, nadie se cree aún que vaya a cerrar», añade. Ahora se tomará la cosa con calma y de momento no sabe qué hará después de tantos años en esta esquina del Tiro de Línea.

Francisco Javier Pitt y Raúl Molina
Francisco Javier Pitt y Raúl Molina

Junto a él en la barra ha estado durante años Raúl Molina, nieto del fundador del negocio y vinculado a Casa Molina profesionalmente desde 1997.

Algunos de los empleados de Casa Molina
Algunos de los empleados de Casa Molina

Los parroquianos

Los empleados no son los únicos que viven con pena estos últimos días. También los clientes que siguen apareciendo como cada día sin querer pensar mucho en que es cuestión de horas que su bar de referencia pase a la historia.

Antonio Cortés es uno de ellos, un fiel parroquiano que lleva más de 40 años acudiendo casi a diario a Casa Molina. «Vengo desde que lo llevaba el abuelo Molina, cuando esto era un bar pequeño y nos sentábamos allí a jugar al dominó», dice señalando una esquina. «Es como mi familia después de tantos años y los echaré mucho de menos», asegura.

Antonio Cortés, uno de los clientes veteranos de Casa Molina
Antonio Cortés, uno de los clientes veteranos de Casa Molina

Ahora se sienta con otros amigos en lo que llaman la «Mesa de mantenimiento»: «La llamamos así porque somos un fontanero, un mencánico y otro que trabaja en la aeronáutica», ríe mientras acusa a Javier Pitt «de cargarse siempre los jamones con el corte».

Otro de los clientes de siempre es Félix Mendo, quien incluso aparece en la foto de una crítica gastronómica que ABC publicó en 2013 y que tienen enmarcada en la pared.

Extremeño criado en el País Vasco, dice que casi le «da algo» cuando se enteró de que cerraban. «Llevo más de 25 años viniendo aquí, se come muy bien y el barrio lo va a echar mucho de menos», confiesa. Entre sus recetas favoritas, las gambas al ajillo o el churrasquito.

La cocina

Casa Molina es conocida por algunas de sus tapas que ya han hecho historia y han logrado conquistar a clientes no solo de El Tiro del Línea, sino de su barrio vecino El Porvenir y otros puntos de Sevilla.

Ensaladilla, chipirones, espinacas y los guisos son algunas de sus especialidades. También sus serranitos, la carne a la brasa y el arroz de los domingos son otros de los elementos que han elevado su fama.

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