«Prefiero Sevilla a Cambridge por motivos humanos» Caroline Stone _ Historiadora
POR ALFREDO VALENZUELA-¿Un inglés italianizado es un diablo?-Eso me parece que lo dijeron de Lord Byron o de algún otro poeta romántico... Debió ser de Byron (Risas).-Se lo decía porque usted además
POR ALFREDO VALENZUELA
-¿Un inglés italianizado es un diablo?
-Eso me parece que lo dijeron de Lord Byron o de algún otro poeta romántico... Debió ser de Byron (Risas).
-Se lo decía porque usted además de italianizada está españolizada, por si compartía el aserto.
-(Risas) No, hace años quizá, pero ahora no, estoy muy, muy tranquila.
-¿Qué se puso para la boda de la Infanta?
-María Luisa del Bando, que era la dueña del Albahaca, propuso que unas señoritas del barrio (de Santa Cruz) se pusieran para que cuando saliera la Infanta del Alcázar le echaran pétalos... A la Infanta le hizo ilusión tener como una guardia de honor de sevillanas. Por motivos de seguridad, no permitieron echar pétalos. María Luisa, que es maravillosa, buscó mujeres que a las cuatro de la mañana estuvieran ya preparadas para esperar a la Infanta. Yo llevé todos los mantones y mantillas que tenía en la tienda... Pero fue muy triste porque el fotógrafo que sacó la foto que se publicó en todo el mundo, en vez de coger a las chicas bellísimas, nos sacó a otra extranjera, a una señora muy amable y a mí como representantes de Sevilla, y la foto salió en San Francisco y Australia. No fue justo.
-Cómo llegó al Barrio de Santa Cruz?
-También es una larga historia... Vivíamos en Roma...
-¿Se parece a Sevilla?
-No, en absoluto, es una cosa que dice todo el mundo, pero no. En algunas cosas se parecen más España e Inglaterra que España e Italia... Mi marido trabajaba en el Archivo del Vaticano y era un momento político muy malo, los «años de plomo», la mafia estableciéndose en Roma... Una mañana abrí las ventanas y entraban los gases lacrimógenos de los disturbios. Mataron a Aldo Moro y lo hallaron a 150 metros de mi casa. No podíamos criar hijos en esa atmósfera. Mi marido tenía unas investigaciones pendientes en el Archivo de Indias. Llegamos y nos quedamos encantados, fueron quince años maravillosos, y en cuanto puedo vuelvo a Sevilla. Si Dios quiere, volveremos.
-Se integró bien, porque iba al Rocío y sus dos hijos son de alguna hermandad...
-Uno de la Borriquita y otro de Santa Cruz y sale todos los años, menos éste, porque está estudiando en Japón. Yo, cuando mis hijos crecieron, iba al Rocío porque me gustó muchísimo.
-También abrió tienda de bordados en el barrio.
-La tuve durante unos diez años, junto a la Casa de Murillo. La abrí un poco antes de su época, porque entonces el barrio era muy tranquilo...
-¿No ayuda a los negocios ser hija de un Premio Nóbel de Economía?
-¡No! (Risas) En Inglaterra decimos que esas cosas suelen saltar una generación. Pero la historia económica siempre me ha interesado mucho y pensé escribir algo junto con mi padre, pero él ya estaba mayor...
-¿Reeditará el libro sobre los mantones de Manila que le publicó el Ayuntamiento?
-Fue una lástima que hubiera que hacerlo sobre la marcha, muy rápido, en sólo dos meses, porque tenía un montón de material y me gustaría volver a reeditarlo con fotos en condiciones, y también en inglés.
-¿Qué le hizo interesarse por los mantones de Manila?
-Eso es curioso. Estuve dos años trabajando en Japón en una fábrica textil, enseñando inglés. El dueño, que era muy mayor y muy amable, tenía una colección fantástica de bordados de todo el mundo. Y cuando llegué a Sevilla, con un hijo de dos años y un recién nacido, me tenía que poner a trabajar y no quería salir de casa, entonces puse como una tienda en el salón de mi casa, de bordados y telas que había comprado por aquí y por allá, y empecé a vender cosas. La gente de fuera pedía mantones de Manila y yo de eso no sabía nada, así que fui a una librería y no tenían ningún libro sobre mantones y me mandaron al Museo de Artes y Costumbres Populares, donde tampoco tenían un libro.
-Si es lo que pedían, será porque los mantones no pasan de moda...
-Los mantones siguen de moda. Es un elemento muy bonito.
-¿Cuándo se lo pone usted?
-En Inglaterra nunca, por supuesto, aquí en la feria...
-¿En qué se distingue uno bueno de uno malo?
-Es cuestión de gustos. Algunos son muy interesantes, y supongo que se hicieron en pequeños talleres de China hace un siglo, que los hicieron de manera especial, y no todos lo mismo. También hacen unos modernos maravillosos en Villamanrique de la Condesa.
-Usted ha trabajado en Túnez y su marido es arabista ¿Qué le parece la Alianza de Civilizaciones?
-Tengo una opinión bastante fuerte y prefiero no decirla. Creo que Serafín Fanjul tiene muchísima razón en las cosas que dice... En Inglaterra, durante los años sesenta, tuvieron mucho contacto con las formas «light» de las religiones, el «islam light», el «hinduismo light», «el catolicismo light», y no entendieron que la gente que verdaderamente es hindú o musulmana no se lo toman «light», sino en serio.
-¿Cómo se vive en Cambridge?
-Es una ciudad muy bonita y, para mi marido ideal, porque hay algunas de las bibliotecas mejores del mundo. Yo prefiero Sevilla por motivos humanos, y el barrio ha conservado su identidad de barrio, aunque hay muchos turistas. Cambridge es una ciudad universitaria, lo que es importante es la Universidad y la ciudad no tiene una vida autónoma.
-¿Echa de menos Japón?
-Sí, y me encanta que mi hijo esté allí haciendo lo que hice yo hace muchos años, y tengo ganas de ir en su busca.
-También estudió los bordados africanos...
-Sólo de África del Norte, en Túnez hay unos bordados típicos muy interesantes, y estuve allí un año trabajando y vi que son cosas que van a desaparecer, porque son cosas que hacen las chicas entre los siete y los dieciséis años preparando el ajuar... Además el islam fundamentalista no quiere bordados, ni colores, ni decoraciones.
-¿El mantón de Manila desaparecerá?
-No, porque está en las costumbres españolas, y en China se sigue haciendo baratísimo.
RAÚL DOBLADO
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