
Una visión «fashionable»
Alejandro Dumas y cuatro «mosqueteros» más
atraviesan la Península. Destino: Cádiz. Un viaje que da
para jugosas experiencias: «Cádiz es la hija dorada del sol,
su ojo de fuego la cubre con sus rayos más ardientes; de manera
que la ciudad entera parece estar dentro de la luz. Solo tres tonalidades
capturan la vista en este momento: el azul del cielo, el blanco de las
casas y el verde de las celosías. ¡pero qué azul,
qué blanco, qué verde (...) Pero lo que vine a buscar a
Cádiz, como a Nápoles, es ese cielo azul, ese mar azul,
ese aire límpido y ese hálito de amor que corre en el aire.
A uno le gusta Cádiz sin saber qué es lo que le gusta de
Cádiz».
«Jaén es una enorme montaña, parda como la piel de
un león. El sol le ha dado al devorarla ese tinte ahumado sobre
el cual desatan sus caprichososos zigzags las antiguas murallas moriscas»
«La Cristina es el paseo “fashionable”
de Sevilla, sus Tullerías, o mejor, sus Campos Elíseos (...)
Cabos de soga enrrollados en postes y que arden eternamente indican hasta
qué punto el cigarro y el cigarrillo son un objeto de primera necesidad»
«Ah, los pies de las andaluzas. Todavía no le
he hablado de ellos, es que, en realidad, no existe. A cambio, las andaluzas
hablan mucho de los pies franceses e ingleses. No hay broma que no se
haya hecho sobre los zapatos de nuestras mujeres. Con ellos se confeccionan
barcos en los que las familias enteras de andaluces descienden el Guadalquivir
de Sevilla hasta Cádiz (...) ¡ y con que aplomo las sevillanas
caminan sobre esos picecitos! Agregaré: ¡y sobre qué
empedrado!»
Las tribulaciones de un gourmet: «¡Las hermosas olivas que
se cosechan en Sevilla, ¡pero qué malvada forma de prepararlas
tienen! (...) He creído morder, al probar la primera, un pedazo
de cuero (...) Yo no conocía más que dos cosas por las cuales
nunca pude superar mi repugnancia: las habas de huerta y los macarrones.
El capítulo de mis antipatías se enriqueció hoy con
un nuevo artículo y ese artículo son las olivas de Sevilla»
«En Andalucía, las mesas son taburetes un poco
menos altos que los taburestes normales. El andaluz en el año de
gracia de 1846 y en el año de la Hégira de 1262, sigue siendo
tan árabe como un árabe. El andaluz no come, pues, sobre
una mesa sino sobre un taburete. Cuando se quiere comer sobre ese taburete,
hay que sentarse en el suelo. Si a toda costa se quiere comer a la francesa,
hay que sentarse sobre el taburete y comer sobre una silla o sobre las
rodillas»
«Si alguna vez viaja por España, Madame, donde
el aceite es imposible y el vinagre inexistente, le recomiendo las ensaladas
sin aceite y sin vinagre. Las ensaladas sin aceite y sin vinagre se prepara
con huevos y con limón. Ahora bien, en España hay por todas
partes buenos huevos y excelentes limones. He sido yo quien inventó
esta ensalada y espero darle mi nombre» |

«El viaje a España» de Eugène
Giraud
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