
Las columnas
(de cemento) de Hércules
La visión romántica ha pasado. En el inicio
del felipismo, un escritor norteamericano recorre parte de la costa andaluza:
«Tenía la fuerte impresión de que la costa española,
sobre todo aquí, en la Costa del Sol, había sufrido una
poderosa colonización (más moderna, pero que constituía
una violación tan perniciosa y permanente como la clásica
agresión a los extranjeros) que la había privado de sus
elementos naturales, sustituyendo cabos, barrancos y puertos por estructuras
fútiles y mal hechas. No me repelía, pero demostraba lo
que se podía hacer en una costa magnífica con un poco de
dinero y nada de gusto. Sin duda, despertaba el interés que produce
el horror»
«Málaga era una ciudad orgullosa, ordenada,
interesante, con un puerto agradable y con mucho movimiento...»
«Un poco más hacia el interior, en los pueblos
que estaban por encima de Almería, había gente que vivía
en cuevas (...) Casi al alcance de la vista de la costa superpoblada,
este paisaje era encantador por su majestuosidad, su luz y su vacío.»
División de opiniones: «Esa noche daban una
corrida de toros por televisión. Un café que había
cerca estaba lleno de hombres silenciosos que fumaban cigarrillos y bebían
café a sorbos. Unos cuantos turistas descontentos se marcharon.
Me quedé mirando un rato, con aquellos españoles atentos.
Parecía una farsa sangrienta de un sacrificio ritual: una enorme
bestia negra de espléndidos cuernos trotando por el ruedo, bufaba
y escarbaba la tierra llena de vida, y quedaba reducida, en pocos minutos,
a una ruina humillada que vomitaba sangre, para regocijo de un matador
de estrechas caderas: esto me produjo una profunda curiosidad, aunque
también me resultó pavoroso. Fui a Mijas y tomé asiento
en la plaza de toros...»
«Los españoles eran amables entre sí,
moderados, no solían ser agresivos, pocas veces aparecían
borrachos en público y por lo general trataban bien a los animales.
La idea de que, como miembros de la Comunidad Europea, tuvieran que poner
freno a su afición a torturar toros les daba risa....» |
Realismo de
siglo XX
El escritor norteamericano Paul Theroux, autor de
la novela «La Costa de los Mosquitos» realizó un viaje
por el Mediterráneo a principio de la década de los ochenta
del pasado siglo. Lo hizo fuera de temporada y usando cualquier medio
de transporte menos el avión. Su paso por la costa andaluza (La
Línea, Algeciras, la Costa del Sol y Almería) es un retrato
agridulce, no exento de típicos-tópicos. La degradación
ambiental y la consiguiente pérdida de identidad del paisaje es
la constante de su crónica.
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