Con un bebé de apenas un mes y un embarazo que le hizo engordar cerca de quince kilos, a Penélope Cruz lo que más le podía apetecer era meterse en un llamativo vestido ajustado, muy del estilo Bollywood, y empezar a marcar cintura. Después de tantos meses de ropa holgada y retención de líquido, Penélope había hecho un esfuerzo sobrehumano para empezar a recuperar sus formas y no era plan llegar a la gala de los Oscar con una túnica o batín para ocultar lo que las hormonas han hecho en su cuerpo.
Muchos la han puesto en el lugar de las peor vestidas de la ceremonia en esta especie de tiranía de los estilistas de votar como elegantes solo a las que usan la talla 36 o 38. Mujeres sin curvas, perchas perfectas para diseños imposibles y prioridad del diseño sobre la persona. Justo lo contrario de la imagen de nuestra Pe. Con el pecho a punto de reventar, y eso que no esta criando a su hijo, el escote de la actriz era un canto a la maternidad, una exaltación de la curva, un alarde de poderío.
Y en eso se han fijado todos. En lugar de destacar lo guapa que fue, cómo tenia la piel, su sonrisa feliz y el brillo de sus ojos, al final todos han acabado en el volumen de su escote y en la curva de su barriga. Pues qué quieren, no sería la más fina, la más etérea ni la más andrógina, pero era un cañón de señora, que es como una quiere verse cuando acaba de dar a luz y lleva meses suspirando por encontrarse la cintura.
También encantada con sus mellizos es como se encuentra Mar Flores. Durante todos estos meses no ha querido saber el sexo de sus bebés y eso que ya tenía tres varones en casa. Como es normal, lo más importante es que los niños se encontraran bien, sanos y fuertes, y de ahí su alegría. La única pena es que la niña no ha llegado y, a estas alturas, no creo que se anime a por más embarazos.
