De la pasarela a la televisión. Y de ésta, a la gran pantalla. La modelo argentina Martina Klein se reinventa de nuevo y se estrena como actriz en la película «Águila Roja».
Llego a la una del mediodía, cocida bajo el abrigo, y me encuentro que Martina lleva posando desde las 10 de la mañana, pero fresca como una rosa. Alrededor del set, pululando, maquilladores, estilistas, fotógrafos, ayudantes... Todos la miran. Nadie se pierde, nadie tiene prisa, no hay caras aburridas ni tensión en el equipo, solo expectación. Hace calor, uno de esos locos días de verano en invierno, y la luz entra por los ventanales del Museo ABC transformando el ático en una especie de playa.
Ella está sentada al borde de una mesa, agita la melena, deja caer los ojos, abre levemente sus labios, se inclina... Ante la cámara se agiganta y verla posar es un espectáculo. Se gusta y sabe gustar, no esconde sus armas, no tiene remilgos, no pretende distanciamiento, no teme su sexualidad, la explota. Cuando termina la sesión, parece una amazona, pero cinco minutos más tarde (y con 10 centímetros menos de tacón), ya no intimida a nadie.
Es simpática, locuaz, una argentina con acento español. Estamos aquí para hablar de su primer trabajo en el cine pero, evidentemente, no es una actriz. O, por lo menos, no todavía. Y eso tiene ventajas, porque no se ha instalado en el automatismo defensivo de la promoción y resulta franca. Es una guapa que cuenta chistes (no una rubia con la que se hacen chistes) y eso la convierte en una persona inclasificable.










