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Tiger Woods, quinientas noches en vela

Dieciséis meses y medio sin ganar han convertido al estadounidense en un jugador normal; su cabeza no se acostumbra

Día 01/04/2011 - 04.44h

A Joaquín Sabina le costó diecinueve días y quinientas noches olvidarse de su amada; pero a Tiger Woods le va a salir mucho más costoso hacerlo de su ex mujer. Desde el 15 de noviembre de 2009, cuando ganó el Masters Australiano en Merlbourne, el californiano no ha tenido otra cosa que pesadillas. Merecidas o no, lo cierto es que en todo este tiempo no ha vuelto a ser el mismo. Al contrario, no sólo no levanta cabeza sino que las sensaciones que provoca no son buenas.

Los hechos son de sobra conocidos. Después de ese triunfo se produjo un sonoro incidente, aún no aclarado, en el que el golfista apareció empotrado contra un árbol y su mujer persiguiéndole palo en ristre. Más tarde, el 11 de diciembre de 2009 Woods reconoció sus infidelidades y su disposición a reconducir su vida familiar. Una clínica de desintoxicación y dos patéticas ruedas de prensa dieron paso a un esperanzador regreso en el Masters siguiente, veinte semanas después del «show».

La cuarta plaza que logró en Augusta y el extraordinario último partido que protagonizó con Phil Mickelson dio alas a los deseos de recuperación de sus seguidores. Mas, pese a que sus fieles no han cejado de apoyarle, Tiger no ha podido repetir esa gesta. Bueno, quedó segundo en su torneo benéfico, pero por el modo en que lo perdió ante Graeme McDowell, después de tener cuatro golpes de ventaja, hará mejor en olvidarlo. Otro top-10 en el Open Británico ha sido la tercera y única ocasión en la que el ganador de 14 «majors» se ha acercado a los puestos de arriba en los veinte torneos que ha disputado desde su retorno. Eso, para alguien que estaba acostumbrado a ganar el cuarenta por ciento de las pruebas que disputaba, es una marca muy pobre.

Si a esto le unimos que ha perdido su privilegiado número uno mundial y que ha caído hasta el quinto, el fracaso es rotundo. Que tiene calidad para volver a dominar en cualquier momento es evidente, pero como no mejore su actitud en el campo ese tiempo se puede dilatar eternamente. No sólo a Tiger le va a costar cada vez más retomar el toque ganador, sino que sus competidores ya le han perdido por completo el respeto.

El bálsamo del Masters

La solución, no obstante, la tiene a la vuelta de la esquina: el Masters de Augusta. La semana que viene vuelve al campo en el que se llevó su primer grande en 1997 y que repitió luego en otras tres ocasiones. La cita no sólo es importante porque el recorrido se le adapta como anillo al dedo, sino porque el National de hace diez años marcó una etapa muy importante en su reinado. En ese momento reunió los cuatro grandes al mismo tiempo (el «Tiger Slam») y nadie desde entonces lo ha podido repetir.

¿Podrá repetir en Augusta? «Seguro que sí», afirmó retador el pasado domingo. Sólo él sabe cómo se encuentra. Se merece un voto de confianza.

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