El estilo Mourinho frente a la filosofía de Guardiola; el músculo contra el tiralíneas; velocidad versus precisión... El clásico, la rivalidad Madrid-Barcelona ha vuelto a trascender fronteras y el mundo ha sido testigo de dos maneras de entender el fútbol. Sin embargo, además de títulos, clasificaciones y puntos, había un aliciente extra. Cristiano y Messi han permanecido en el escaparate veinte días, y los aficionados de los cinco continentes han podido ver en acción cuatro veces a los dos mejores jugadores del planeta.
¿Quién marcará más goles? ¿Quién celebrará primero un tanto? Preguntas que se sucedían en las casas de apuestas antes de comenzar la serie de clásicos. Aunque ni uno ni otro han sido ejemplo de regularidad, ambos tocaron el cielo en un encuentro. Mientras Cristiano puso fin a la larga sequía del Madrid en la Copa del Rey con un soberbio cabezazo en la prórroga, Messi desequilibró la semifinal de la Liga de Campeones del lado azulgrana con dos tantos en el partido de ida, el segundo de ellos propio del Maradona de la mejor época.
Un gol más del azulgrana
El argentino ha celebrado tres goles, uno más que el portugués. En ambos casos, uno de ellos desde el punto de penalti. Mientras el barcelonista desequilibró con el pie, el madridista vivió su momento de gloria gracias un gran salto y un mejor remate de cabeza. Sin embargo, Messi ha salido ganador a los puntos en este particular duelo no solo por su mayor capacidad goleadora. Más participativo que su rival, en todas las citas —excepto en la primera mitad de la final de Copa gracias a la anticipación y ayudas defensivas— ha sido una amenaza para el Madrid, que cometió 19 faltas en los clásicos para frenarle. Nueve menos recibió Cristiano, que sin embargo se mostró más temperamental en sus protestas a los árbitros. La tensión en los clásicos ha sido mucha y el portugués volvió a sacar su fuerte carácter, realizó gestos de desaprobación a sus compañeros y se atrevió a criticar la idea de fútbol de su entrenador. No recibió sin embargo ninguna cartulina amarilla, la que sí vio Messi en la final de la Copa. El azulgrana también fue presa de los nervios y en el partido de Liga protagonizó una fea escena al lanzar un balonazo a la grada.
La mejor noticia a nivel personal para Cristiano Ronaldo, incapaz de desbordar a sus rivales y de crear superioridad con su juego, ha sido que en el primero de los cuatro clásicos (el de Liga) por fin pudo marcar a su bestia negra, lo que no había sucedido en las seis ocasiones anteriores en las que se había enfrentado al Barcelona, tanto con la camiseta del Manchester como la del Madrid.







