Un túnel sin miradas, sin abrazos, sin palabras, con el raro olor a azufre destilado por ambas partes y generado, principalmente, por los entrenadores tras horas y horas, días y días de declaraciones cruzadas, de pisotones, de plantillazos, de empujones entre los que hace pocos meses eran camaradas a muerte. Los Madrid-Barcelona han dejado una triste herencia: la ruptura entre los jugadores de ambos equipos, ruptura que puede afectar a su relación en la selección española.
Del Bosque, maestro en detectar problemas de esta índole, ya estaba pendiente antes del primer choque, como contaba este lunes en una entrevista en ABC: «Había preocupación. Tantos partidos al más alto nivel generan roces entre los jugadores. Hablé con ellos para que la tensión no afectara a la armonía de la selección», decía.
En la víspera del último partido, dio un paso más, de advertencia: «Veremos a ver cómo se comportan unos y otros. Si siguen siendo merecedores de estar en el equipo nacional...». El salmantino había estado observando y vio que la quiebra era inminente.
Los banquillos
Lanzadas las declaraciones de guerra desde ambos banquillos, los jugadores siguieron a sus caudillos en el terreno de juego y fuera de él. A las manifestaciones de Mourinho y la posterior reclamación del Madrid ante la UEFA sobre el teatro azulgrana, respondió Xavi Hernández diciendo que «lo que está haciendo el Madrid es lamentable; resultan patéticos». Sus palabras no sentaron nada bien entre las huestes madridistas, sobre todo porque vinieron de un tipo tan ponderado como se supone que es Xavi, por lo que resultaba extraño que soltara tal exabrupto.
Tampoco sentaron bien las continuas caídas teatrales de Busquets y Villa, a los que Casillas puso una equis al final del partido del martes: «No me ha gustado su comportamiento. Algunos han quedado marcados», frase que en boca del capitán de la selección española suena muy fuerte.
En el viaje de regreso a la capital de España, los blancos estaban entre indignados y cabizbajos. Se dice que incluso Xabi Alonso llegó a soltar una frase casi entre dientes: «Las relaciones con los azulgrana están rotas, muertas diría yo». No obstante, el madridista lo desmintió poco después desde su twitter: «Las declaraciones que se me atribuyen son falsas. ¿Alguien me puede informar de donde han salido? Algún link del supuesto audio o vídeo?».
Lo cierto es que los barcelonistas tampoco están contentos. Acusan a Arbeloa (también a Marcelo, pero este no está en el equipo nacional), de continuos pisotones y plantillazos, y aseguran que no fueron casuales.
Entre los madridistas se tiene especialmente en el blanco de la diana a Piqué, que no ha parado de hacer guiños de mofa y burla al Madrid durante toda la serie. Como también les ha parecido desmedida la celebración que el Barcelona hizo al final del encuentro, con vueltas de honor, pasillo de los técnicos al equipo y casi un cuarto de hora en el campo, como si hubieran ganado ya el trofeo. Y con el propio Piqué animando a celebrar en Canaletas, clásico lugar de festejo de títulos. Claro que los de Pep responden a eso que cada uno celebra como le da la gana y que solo faltaba que el Madrid también se metiese en eso.
En medio de toda la vorágine y los truenos desatados, leves señales de paz: un abrazo de Casillas con Valdés y Puyol al final del partido del martes, y un saludo entre Arbeloa y Piqué. Al fin y al cabo, son compañeros del equipo nacional y, como dijo Casillas: «Queda mucho tiempo para la selección. No creo que influya, pero...».
Recoger a Mou
En el regreso, caras muy largas y rostros muy serios. Ni una broma, ni una sonrisa y silencio absoluto. El equipo llegó más tarde que los periodistas y aficionados al embarque porque el autobús tuvo que ir al hotel a recoger a Mourinho y luego salir para el aeropuerto. En el avión, no se movió una sombra, ni siquiera Higuaín dio la clásica vuelta sobre su asiento para jugar a las cartas. Pintaban bastos, no copas....
