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«Glory is ours». Y además, eterna

Miles de aficionados azulgrana adelantan el viaje y se deja notar en los lugares emblemáticos de Londres

Día 28/05/2011
«Glory is ours». Y además, eterna
AFP 
Seguidores del Barça posan con la Copa de Europa en Hyde Park

Las cosas son como son: en paciencia nos ganan. Un padre del Manchester tiene una capacidad de resistencia tres veces y media superior a uno del Barça. «Glory is ours», reza en la entrada de Soccer Scene, en Oxford Street, donde ayer se libró una batalla psicológica que pasará a los anales de la sociología moderna, una encarnizada y brutal estrategia de desgaste en la que Steve, un chaval de diez años de rostro amembrillado, blanco nuclear y pelirrojo hasta las cejas, dejó desguarnecida la defensa azulgrana.

No hay excusa, aunque el día se torciera al alba, cuando las banderas ya ondeaban en la Terminal 5 de Heathrow, henchidas de orgullo en tierra extraña. Huelga de trenes. Londres, cima soñada, se alejaba entre la bruma y el tedio, en un andén de servicios mínimos y tiempos muertos. Dos horas después, Paddington, la tierra prometida de la Champions, se hizo carne mortal y habitó entre nosotros, mientras un señor de Murcia, con el 7 de Villa a la espalda, descubría Londres al grito de «¡Prefiero París!», supongo que en venganza.

Picadilly Circus tenía un cielo gris y el aire barruntaba presagios enfrentados, un duelo de bufandas sin demasiado estrépito, que convertía a Soho en el Wembley del multiculturalismo balompédico, desde chinos a un belga, al que le sorprendió el follón cuando entregaba un curriculum vitae en un restaurante indonesio regido por una colombiana. Y luego llegó Steve, insoportable criatura que me sacó los dominios y despertó a la bestia que habita en mis entrañas.

«Glory is ours», rezaba a la puerta de Soccer Scene, paraíso de camisetas marcadas. El papá de Steve era una réplica a tamaño natural del hijo amembrillado, blanco nuclear y pelirrojo hasta las cejas. De vez en cuando sonreía y gurguntaba en inglés un «todos los críos son iguales», brutal estrategia de desgaste hasta el minuto 90, hora y media de un partido en el que chaval empezó probándose la elástica de Chicharito, luego la de Rooney y así sucesivamente hasta que al final entró en la puja Giggs, Valencia y el portero suplente del Manchester United. Y yo, con Mascherano en la mano haciendo cola, entre la bruma y el tedio, en una tienda de servicios mínimos y tiempos muertos.

«Glory is ours». Y además, eterna.

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