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Tarde, y dejando la evidencia de que no hay demasiadas ganas de meterse en harina en pleno descuento electoral. Después de un intenso verano en el que sólo la intervención del BCE consiguió apartar a la deuda española del borde del abismo, y en el que el miedo al estancamiento, refrendado por un rosario de hitos estadísticos incontestables y una oleada de pesimismo incontrolable, ha convertido los parqués en el escenario de un permanente drama, el Gobierno español ha reaccionado con un discreto paquete de ajustes que contrasta con el decidido paso adelante de Italia, el otro país señalado por las dudas de los mercados. O con las dolorosas e ipopulares medidas que el nuevo ejecutivo luso, presionado por los técnicos de la implacable troika formada por el BCE, el FMI y la UE, ha tenido que abordar desde que alcanzara el poder el pasado mes de junio.
Con la decisión de eliminar más de 30 provincias y 1.500 ayuntamientos, Berlusconi señaló una vía, la de la racionalización administrativa, que el Gobierno español no parece dispuesto a pisar durante el preludio preelectoral. Al presidente italiano le «sangró el corazón» por tener que «meter la mano en el bolsillo de los italianos», pero no le tembló el pulso. En los dos próximos años, las medidas, aprobadas el pasado viernes en un tiempo récord, permitirán un ahorro de 45.5000 millones hasta 2013.
Portugal es el ejemplo de que los recortes hay que hacerlos mejor antes que después. La exigencia de los organismos internacionales tras el rescate financiero ha llevado a duplicar los sacrificios. El más doloroso para los portugueses, el impuesto extraordinario que deberán pagar a finales de este año. Se calcula que equivaldrá al 50% de la extra de Navidad, lo que se traduce en unos 1.000 millones.
