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Vivió grandes éxitos con el Real Madrid desde que fue elegido presidente por primera vez, en el año 2000. Ganó la Copa de Europa y la Copa Intercontinental en 2002, las Ligas de 2001 y 2003. Fichó a Figo, a Zidane, al brasileño Ronaldo y a Beckham. Pero en la casa dicen que nunca tuvo un plantel como el actual. Florentino Pérez se encuentra «más tranquilo que nunca» desde que regresó al club en 2009. Ha creado una de las plantillas más potentes de la historia. Ha puesto en manos de Mourinho dos jugadores de alto nivel para cada puesto. A cinco días del clásico, el dirigente siente que ha fabricado un equipo para hacer leyenda. La juventud de los futbolistas le permite confiar en un grupo que puede crecer durante muchos años y ya está preparado para triunfar. Estas son las claves para afrontar al Barcelona con la confianza de 49 goles en 14 jornadas.
Dieciséis para once puestos
Los profesionales del Real Madrid destacan esa serenidad que transmite el timonel de la casa. «El entrenador cuenta con dieciséis titulares y las rotaciones ya no son una preocupación», sino una virtud. Casillas, Arbeloa, Ramos, Pepe, Marcelo, Alonso, Khedira, Di María, Ozil, Cristiano, Benzema, Higuaín, Lass, Kaká, Coentrao y Carvalho se relevan sin alterar el producto. Una lista que contará con diecisiete cuando Sahin alcance el nivel físico. La fe en este grupo se agranda porque los «suplentes» son hombres de la calidad de Granero, Callejón, Albiol, Varane, Altintop y Adán.
Creen en la idea del técnico
Todos los jugadores «creen en las estrategias de Mourinho». En un club acostumbrado tradicionalmente a dominar sin pensar en variaciones tácticas, el portugués cambió esas ideas. Convenció al plantel de la bondad de buscar la victoria con diversos estilos, al ataque y al contragolpe. Impuso la necesidad de presionar al rival desde el primer minuto. El Madrid, históricamente, dejaba jugar al adversario. Hoy no. El entrenador exige que para triunfar hay que aplicar tácticas defensivas que apuntalen el potencial ofensivo. Por eso brillan hombres como Di María, Lass y Khedira. Hace diez años no tendrían sitio.
El éxito de sus esquemas ha supuesto que nadie dude de ellos. «Granero es el ejemplo». No se queja. Saben que para jugar hay que demostrar efectividad en la presión.
El Barça ya no obsesiona
Mourinho ha necesitado un año de transición para demostrar su proyecto. La lucidez del mejor Barcelona de la historia dejó en segundo plano la validez de su trabajo. El equipo se obsesionó con el conjunto azulgrana y perdió la Liga anterior en los partidos ante los modestos. Esta temporada ha eliminado esa fijación. Se afronta cada encuentro, sea contra el Sporting o frente a la Real Sociedad, como si fuera decisivo. Esa concentración le ha situado con seis puntos de ventaja sobre el once de Guardiola. Juega mejor, con los ojos cerrados, pensando solo en sí mismo, y ha traspasado el problema al Barcelona.
El «silencio» de Mourinho
Otro argumento, ajeno al fútbol puro, es «una de las claves más importantes de este cambio»: el fin de las guerras dialécticas del entrenador. La pasada campaña Mourinho calentó ambientes que aumentaron la hostilidad contra los blancos. El equipo caía mal. Se generaban partidos agresivos dentro y fuera del césped. Los futbolistas estaban preocupados. El portugués se dio cuenta de la trascendencia que adquirían las declaraciones al frente del Real Madrid. Cambió su política. Ahora hace amigos. Se abraza a Preciado y a Pochettino. Elogia el segundo tiempo del Málaga de Pellegrini. Así actuaba siempre el Madrid.
Salir a ganar y vale empatar
Es el resultado de toda esta revolución de filosofía. El equipo madridista afronta al Barcelona con la mayor confianza en su potencial de los últimos cuatro años. Ese fe en su poder le permite jugar psicológicamente con el duelo del sábado. El objetivo es vencer a los azulgrana, pero no hay que perder los papeles por una obsesión. Hasta el empate vale.







