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Hay ambiente en el estadio Sánchez Pizjuán desde el día antes del partido. Las visitas del Real Madrid incentivan a la afición sevillista. Las victorias de aquel Sevilla campeón de hace cinco años, que provocaba la reacción de Jorge Valdano en el pasillo de vestuarios por el arbitraje, son hechos que no se olvidan en el club hispalense. Aquellos partidos rudos, con un Sevilla recio que ganaba al Madrid de Zidane, convirtieron el duelo en un «derbi español» para la afición local. Había que vencer al Betis y al Madrid. Ahora, el Sevilla actual no es el de antes, pero su afición mantiene la tensión. Marcelino y sus hombres se aferran al apoyo de los radicales «Biris» para poder derrotar al conjunto de Mourinho.
El portugués considera, con razón, que esta es la segunda salida más difícil de la temporada, detrás de la del Camp Nou. El ánimo de los seguidores sevillistas a su equipo les hace más peligrosos que el Atlético y el Valencia en sus estadios. El año pasado, los hombres de Mourinho superaron ese escollo ambiental y ganaron dos veces, en Liga (2-6) y en Copa (0-1). Cristiano marcó cuatro tantos en la goleada liguera. Benzema anotó la diana copera. Hoy, Ronaldo tiene hambre, tras su fracaso ante el Barcelona. Fue decisivo en el partido de Ponferrada y quiere serlo hoy. Marcelino le teme.
Trivote ofensivo
Mourinho ha expresado a sus pupilos que es psicológicamente importante triunfar esta noche. Se irían de vacaciones con tres puntos más que el Barcelona. Es su manera de hacer olvidar el fiasco del 1-3. Para el luso, ganar es crucial. El encuentro es una final para el Real Madrid y piensa alinear un trivote de presión alta, con Lass como baluarte defensivo.
