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La historia se repite

POR M. D. A./A. E. Y.Descarrilamientos y accidentes eran el pan nuestro de cada día en los años cincuenta, cuando Sevilla tenía una amplia red de tranvías, que incluso enlazaban la capital con varias

Tranvía antiguo pasando por delante de la Catedral en la Avenida de la Constitución. ABC

Descarrilamientos y accidentes eran el pan nuestro de cada día en los años cincuenta, cuando Sevilla tenía una amplia red de tranvías, que incluso enlazaban la capital con varias localidades del Aljarafe.

Una tecnología primaria y la imprudencia de los pasajeros, buena parte de los cuales se montaban y apeaban con la máquina en marcha, eran las causas de estos siniestros, mortales en algunas ocasiones.

Aquellos vagones no disponían de la tecnología con que cuenta el Metrocentro y que tampoco ha evitado el descarrilamiento de ayer en la avenida de la Constitución.

Afortunadamente, el accidente de ayer no causó víctimas, pero los antiguos tranviarios sí guardan en sus memorias tristes episodios. Fermín Caballero comentó a ABC, con cierta sorna, que la línea número 13, que enlazaba la Macarena con el cementerio era la que más se averiaba «casi todos los días descarrilaba, quizás porque en el punto final del recorrido había que hacer el cambio de trole, que era el sistema de cogida al cable de alimentación a través de una rueda». «A veces por el calentamiento -agregó- y otras por los virajes, el caso es que precisamente el número 13 era el que más problemas tenía».

Otro tranviario, Antonio Martínez Lucena, recordó para ABC un incidente en la línea 24. Él mismo conducía cuando a la altura del Pabellón Vasco un joven que pretendió subir al tranvía en marcha cayó y fue arrollado por el vehículo «creo que falleció al día siguiente».

También Antonio Curiel Robledo, que fue conductor de tranvía presenció un atropello a un policía armada. «Fue por la zona de Heliópolis -dijo- un día de lluvia; el hombre venía vestido con un chubasquero y ni él vió al tranvía, ni el tranvía lo vió a él. Como venía de una operación contra el contrabando de tabaco, dijeron que había muerto en acto de servicio». Manuel Romero Méndez, tranviario también, relató un espeluznante suceso acontecido en la Encarnación: Un hombre se enganchó en el vagón, se cayó y la máquina le cortó las dos piernas, «luego se le vió durante años con dos gomas en las rodillas».

Romero Méndez protagonizó también un acto heroico al evitar otro accidente. Fue por los alrededores de García Morato en un día de niebla. El conductor vió como dos monjas que estaban atravesando no se daban cuenta de la llegada del tranvía. Entonces él saltó y las apartó de un empujón salvándoles las vidas, aunque él se rompió una pierna. Sus compañeros desde entonces le llamaron «el niño de las monjas».

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