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Homenaje a Dolores Gutiérrez, «la matrona» de Bollullos

POR AMPARO BACA PÁEZBOLLULLOS DE LA MITACIÓN. Han pasado doce años desde que Dolores Gutiérrez, popularmente conocida como «la matrona», dejará para siempre el pueblo que la vio nacer y en el que

Han pasado doce años desde que Dolores Gutiérrez, popularmente conocida como «la matrona», dejará para siempre el pueblo que la vio nacer y en el que precisamente se encargó de dar vida, pero sus habitantes no la olvidan. En estas jornadas dedicadas a la celebración del Día Internacional de la Mujer, los niños del municipio han elegido la figura de «la matrona» como un emblema de Bollullos. Siendo una persona sin estudios y prácticamente analfabeta, no renunció nunca a la gran pasión que sentía desde bien pequeña, la medicina. De hecho, en su juventud estuvo a punto de lograr ir a un hospital junto a un médico para que la enseñara, pero estalló la guerra y todas esas ilusiones quedaron truncadas.

Por ello, Dolores vio colmadas sus expectativas cuando cumplió 40 años, allá por el año 57, momento en el que fue autorizada por el propio alcalde de entonces para ejercer de matrona, una vez obtenida la confianza de muchas parturientas que acudían a ella para dar a luz. «En ese momento ella empezó a «recoger a los niños», que es como se dice aquí en el pueblo -recuerda su hija Rosario-. Asistía al momento del nacimiento y al principio, si era una primeriza que se llevaba tres días de parto, allí que estaba ella todo lo que hiciera falta. Pero con el tiempo ya había aprendido lo que tardaba cada una y sabía más o menos si el bebé ya iba a salir o no. Lo llevaba de otra manera». Su vocación y su afán de ayudar a los demás le hizo progresar, por lo que no sólo se dedicaba a asistir en el parto, sino que posteriormente hacía un seguimiento férreo del bebé hasta que perdía el cordón umbilical y tenía el ombligo en perfectas condiciones. O si alguno nacía con algún problema determinado, ella intentaba curarlo. «A lo mejor había algún niño que venía con los pies torcidos y ella se inventó un zapatito de cartón y esparadrapo con el que se los curaba. Le daba masajes en los pies y le ponía la botita cuando terminaba», explica su hija. Además, para evitar las habladurías típicas de los pueblos, le decía a la familia que no dijera nada del problema: «Nadie tiene por qué saber lo que le pasa en los pies. Decimos que vengo durante más tiempo porque el ombligo no está totalmente curado y ya está». Todo ello, recibiendo la voluntad de cada familia, ya que no ponía ningún precio por su trabajo al no tener estudios.

Pero la preparación teórica en la materia no le hizo falta para conseguir curar a su hermana de una hernia inguinal, cuando toda su familia tenía asumido que iba a fallecer. «Todo fue por un sueño. Su hermana más pequeña de tres meses y a la que le llevaba 18 años, estaba quebrada de las ingles, muy mal, y la familia ya estaba esperando que muriera. Pero ella un día se levantó y le dijo a la madre que había tenido un sueño en el que a un muñeco se le vendaba de determinada forma, éste se convertía en la hermana y se curaba. Así que ella quería probarlo y la madre partió una sábana a tiras y le realizó un vendaje a la hermana haciéndole unos nuditos en las ingles y sujetándole la tripita. La niña fue a mejor hasta que se curó. Y de la misma forma curó a muchos niños de aquí, de Almensilla y de otros pueblos», relata Rosario.

Aunque por las manos de Dolores «la matrona» pasaron cientos de niños hasta sus 73 años -momento en el que asistió a su último parto, al de una sobrina-, quizás los más especiales fueron los nacimientos de sus nietas. Su hija lo recuerda con mucho cariño: «La primera que tuve pesó 4,900 kilos y costó mucho trabajo. Fue un parto de riñón complicado, se me quitaron los dolores y ella estaba bastante preocupada. Pero no quería que me fuera al hospital porque allí no la dejarían entrar. Mi tía estuvo ayudándole y por fin nació».

La familia, que precisamente vive en una calle de Bollullos a la que le dieron el nombre de Dolores Gutiérrez, está eternamente agradecida porque, doce años después de su muerte, se le siga recordando como una persona muy influyente y un ejemplo a seguir.

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