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Tres cuartos de siglo sin Sor Ángela de la Cruz

POR GLORIA GAMITOHay fechas que no necesitan publicidad porque Sevilla las lleva escritas en el corazón. Mañana viernes se cumplen 75 años de la muerte de la fundadora de las Hermanas de la Cruz

POR GLORIA GAMITO

Hay fechas que no necesitan publicidad porque Sevilla las lleva escritas en el corazón. Mañana viernes se cumplen 75 años de la muerte de la fundadora de las Hermanas de la Cruz, fallecida en 1932. Y como todos los años, los sevillanos, y también devotos de toda Andalucía y Extremadura, acudirán a rendirle su particular homenaje a la santa sevillana, en el que no faltan las violetas.

El 2 de marzo de 1932 falleció a los 86 años de edad Sor Ángela de la Cruz, fundadora de las Hermanas de la Cruz. Ahora se cumplen 75 años de su muerte. Y este año 2007, el 5 de noviembre, también se celebrarán los 25 años de la beatificación de Santa Ángela, en 1982, por el Papa Juan Pablo II. El cardenal Amigo Vallejo, que tanto quiere a Santa Ángela y sus hijas, celebrará asimismo, sus 25 años al frente de la Diócesis, ya que llegó a Sevilla como arzobispo en junio de 1982, justo a tiempo para preparar la subida a los altares de Madre Angelita en su Sevilla.

Los sevillanos y los andaluces siempre han visitado a Sor Ángela para pedirle favores. Primero fue a la cripta de la Casa Madre, donde estuvo enterrada 50 años. Luego, a la capillita en la que desde 1982, el año de la beatificación, se expuso su cuerpo incorrupto a la veneración de los fieles. Esas visitas son constantes, diarias. La capilla rebosa de flores y ramos y destaca la gran afluencia de jóvenes. Pero ya no sólo los visitantes de la Casa Madre acuden a la capilla. También hay muchos devotos que piden bajar a la cripta. Allí está enterrada otra santa, para que no se pierda la costumbre en esa Casa que tanto sabe de santidad a base de renuncias, de sacrificios y de humildad. Son cada vez más los devotos que visitan la tumba de Madre María de la Purísima, porque hay otra hermana de la Cruz, -tan perfecta, dicen sus hijas, que sólo con mirarla se podrían recomponer las Reglas del Instituto si se perdieran-, camino de los altares. Incluso Roma estudia sus virtudes y también el milagro atribuido a su intercesión en una niña enferma de corazón de La Palma del Condado que sanó de forma inexplicable, según los médicos.

Pero el 2 de marzo es el día de la visita a Santa Ángela por excelencia, porque es la única fecha del año en que puede contemplarse el cuarto donde murió y donde se guardan todos sus recuerdos: la tarima donde expiró, sus hábitos y ropas, sus platos y la jarrita de loza, y sus útiles de costura.

Y ese día viene también marcado por la colas, ya que es tanta la afluencia que a veces el reguero de personas llega a San Pedro, hasta la estatua de Madre, siempre con flores, donde los sevillanos se santiguan y dejan plegarias y peticiones con la prisa del quehacer diario.

El 2 de marzo, los sevillanos rezan, contemplan los objetos de Sor Ángela y pasan por la tarima donde murió las violetas, las flores de la humildad. Es un rito recibir las violetas, « santificarlas» en la madera y guardarlas, ya secas, como un tesoro durante años. Es curioso que en este tiempo de modas y de vértigo, donde lo más novedoso queda antiguo en cuestión de semanas e incluso de días, tal es la prisa con que vivimos, Sevilla siga fiel a esa cita con una monja que se desvivió por los más pobres y los enfermos aunando en el Instituto que fundó la oración y el servicio a los necesitados, convirtiendo a sus hijas en Martas y Marías a la vez. Setenta y cinco años lleva Sevilla llevando flores y rezando ante Sor Ángela, siempre con un agradecimiento y una petición en los labios. Entonces y ahora sabía que era santa y nunca ha dudado de su cariño de Madre que se manifiesta en su calderilla de milagros.

Sin rigidez cadavérica

Cuando contaba 85 años de edad, el 7 de junio de 1931, Sor Ángela, que ya había sido relevada por Roma en su cargo de Madre General, y vivía mimada por sus hijas, cosiendo escapularios, partiendo pan para las migas y contestando cartas, sufrió una embolia cerebral. Se desplomó cuando se levantaba de la mesa del refectorio. El día 28 de julio perdió el habla definitivamente y sus últimas palabras fueron «No olviden estos consejos de nuestro venerable padre Torres: No ser, no querer ser, pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera...».

Durante nueves meses, Madre Angelita padeció su enfermedad y estuvo postrada en el lecho. Allí más que nunca vivió en la cruz enfrente de Cristo. Dice su biógrafo, el padre Javierre, que estuvo «cosida» a la Cruz. Sor Ángela expiró a las tres menos veinte de la madrugada del miércoles 2 de marzo de 1932, a los 86 años de edad.

Desde el día en que murió hasta el sábado día 5 en que fue enterrada en la cripta de la Casa Madre, toda Sevilla, representada en cientos de ciudadanos de todas las edades y condiciones sociales, desfiló ante su cadáver para darle su adiós y rendirle homenaje.

El viernes día 4, el Ayuntamiento republicano, presidido por el alcalde José Fernández y González de la Bandera, acordó por unanimidad que constase en acta el sentimiento de la Corporación Municipal por la muerte de la insigne religiosa y se rotulase con su nombre la calle Alcázares, donde estaba y está ubicado el convento de las Hermanas de la Cruz.

Ese mismo día varios doctores reconocieron el cadáver y comprobaron que se encontraba en perfecto estado, sin rigidez cadavérica y sin signos de descomposición. De estos hechos levantó acta el notario Félix Sánchez Blanco. Además, en esa jornada el cardenal Ilundain, el ministro de Gobernación, el gobernador civil, el alcalde, y Pedro Parias, bienhechor del Instituto, gestionaron el permiso especial para enterrar a Sor Ángela en la cripta del convento, porque las leyes de la República prohibían el enterramiento en sagrado.

El sábado día 5, el cardenal Ilundain presidió el entierro y el cuerpo incorrupto de Sor Ángela quedó depositado en la cripta frente a la tumba del padre José Torres Padilla.

El cardenal y Santa Ángela

En junio de 1982, 50 años después de la muerte de Sor Ángela, el arzobispo de Tánger, monseñor Carlos Amigo Vallejo, fue nombrado arzobispo de Sevilla. El cardenal Bueno Monreal, en enero de ese año y cuando se encontraba en Roma en visita ad limina e intentaba acelerar la beatificación de Sor Ángela, sufrió una trombosis cerebral. Al poco de llegar a Sevilla, el arzobispo Amigo Vallejo se vio envuelto en la vorágine de la primera visita que un Papa hacía a España, prevista para el otoño de ese mismo año. El colmo de la felicidad fue que el 12 de julio se promulgó un decreto en el que la Iglesia se manifestaba de forma afirmativa en la causa de beatificación de Sor Ángela. Y sobre todo que Juan Pablo II beatificó a Sor Ángela en Sevilla en una jornada histórica.

Monseñor Amigo siempre se ha distinguido por su cariño a Sor Ángela y sus hijas. Fue nombrado cardenal sólo meses después de la canonización el 4 de mayo de 2003 en Madrid, de la santa sevillana, que la Diócesis celebró luego con mucho cariño. El prelado dijo que su cardenalato era un regalo de Santa Ángela «que no querían que le ganaran en generosidad».

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