sol921

Sevilla / foto matón

Sevillanas de las setas con las gambas

Día 30/04/2011 - 00.00h

Como las setas de La Encarnación y las gambas de Bruselas están tan vivas en las barras de los bares de Sevilla, ayer decidieron que abril no se podía acabar sin que se arrancaran a bailar por sevillanas. Esta ciudad es así. Hace milagros. Porque cuando se le llena el pozo de manzanilla es capaz de reírse hasta de sus peores miserias. Sevilla se casó con un enano «pa jartarse de reír» mientras «Misifú y Robustiana, cogidos por la cintura, están hablando de amor entre cubos de basura y espinas de boquerón». ¿No va a poner a bailar al Metropol de Monteseirín con la fuente gigantesca de marisco de Torrijos? Al fin y al cabo, han hecho durante los últimos años una buena pareja de bailes agarrados. Los dos se han bailado el agua y han bailado la Yenka cuando los han cogido con el carrito de los helados. Y la ciudad eso no lo olvida. Por eso pone ahora a los emblemas de su peor gestión a mirarse cara a cara, que ésta es la última. Este dúo ya no bailará más al son de su antojo. Monteseirín está ensayando las «Sevillanas del adiós» de los Amigos de Gines mientras Torrijos le dice el estribillo: «No te vayas todavía, no te vayas por favor». Pero ambos saben que ya están en la cuarta, la de los lances definitivos. Así que ahora no les queda más remedio que ir a la Feria a ver cómo la ciudad les corea sus desmanes. Cómo los caseteros ponen este año el revuelto de setas con gambas para que los sevillanos no perdamos conciencia de aquello en lo que nos hemos dejado los fondos durante estos años: La Encarnación y el agujero negro de Mercasevilla.

Aquellos tiempos en los que estos popes del progreso cantaban «que no nos falte de ná» han traído estas horas de sevillanas lentas. Los Romeros de la Puebla: «Las cosas de Sevilla, contar y no acabar». O Salmarina: «Que el Guadalquivir me lleve como a barco de la mano: adiós sevillanas y sevillanos». Y es que, como decía Manuel Pareja Obregón, «Sevilla tiene una cosa que sólo tiene Sevilla». Sus mayores desprecios los celebra con alegría. Se queja bailando. Y, lo más importante, siempre acaba convirtiendo en verdad aquello que vaticinaron los maestros del cachondeo. Todavía no hemos visto a ningún niño honrando al genio Paco Gandía en los toros, largando garbanzos como una gárgola en día de agua. Pero ya se ha cumplido la profecía de Pepe Da Rosa, que es quien pone la letra de este baile a las puertas del Ayuntamiento para las sevillanas de las setas con las gambas. He aquí su célebre «Canto al langostino»:

Langostino de mis culpas y pecados / a qué extraño privilegio tú te amparas / de qué clase, de qué encanto estás dotado / que comprarte cuesta un ojo de la cara. (...) Tú le gustas al que es pobre y al pudiente, / al que es blanco y al que es negro, / al que es tonto, listo, lerdo, inteligente, / ¿a quién leñe no le gustas, langostino? / Qué hermosura, qué deleite, qué alegría, / qué gustazo por el cuerpo a los mirones / y no hablemos lo que da “sentrañas mías” / si, además de verte, luego se te come. / Y aunque suene mi consejo a caradura, / lo que es bueno es no pagarlo, / que te inviten, / así sabe el langostino de locura, / y no hay miedo a la factura, / se repite. / Porque yo que casi siempre estoy canino, / si me tuviera que gastar 15 pelotes / ni el pijama te quitaba, langostino. / Me comía, por mi madre, hasta el bigote.

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