«Lo peor aún está por llegar», advierte un parroquiano en The Old Stand, un pub del centro de Dublín que entre semana le está costando hacer caja. En lo que va de año, los irlandeses han gastado un 14% menos en bares y restaurantes y 1.500 pubs han tenido que cerrar; 10.000 empleados del sector han ido a la calle. No es que los irlandeses hayan dejado de beber, pero ahora lo hacen más en casa. Pero renunciar a la cultura del pub, al menos varios días a la semana, es todo un cataclismo popular.
Un cataclismo paralelo al que están experimentando los bonos de deuda pública irlandesa en los mercados. Esta semana el agua ha llegado al cuello: durante catorce días consecutivos el bono irlandés fue cayendo en el abismo hasta superar, en el caso de la deuda a diez años, la marca del 9%. Sólo el viernes hubo un pequeño respiro gracias a clarificaciones de los principales países europeos sobre la seguridad de los bonos ya emitidos, y pudo cerrar en el 8,5%, con una diferencia con el bono alemán de 562,9 puntos.
Pocos confían en que la tendencia se haya doblegado. «The Irish Times» aseguraba ayer que funcionarios del Ministerio de Finanzas está analizando junto con personal de la Comisión Europea las cuestiones técnicas para acogerse al plan de rescate previsto por la UE tras el colapso de Grecia. La BBC ratificaba también la existencia de esas «conversaciones preliminares» para un rescate de entre 60.000 y 80.000 millones de euros, que no sería acordado hasta la primera mitad de diciembre.
Por su parte, el Gobierno irlandés persiste en que tiene fondos hasta junio. «No agotaremos ese plazo, antes saldremos al mercado a buscar capitalización, pero creemos que el plan de ajuste para los próximos años que será anunciado este mes, que prevé un ahorro de 15.000 millones de euros, y el presupuesto de 2011, que será anunciado el 7 de diciembre, con un ahorro ya de 6.000 millones, dará credibilidad a las cuentas irlandesas», indica Marie Mulvihill, del Departamento de Finanzas.
Artistas callejeros
Aunque las arcas del Estado pueden aguantar unos cuantos meses, a muchos irlandeses el dinero se les está acabando. En Grafton Street, la principal calle peatonal de Dublín, sorprende ver a personas de más de 50 años que, habiendo perdido su trabajo, ahora hacen de artistas callejeros. Uno baila una danza popular irlandesa, otro hace la figura de un perro con arena de playa...
Se calcula que entre 170.000 y 200.000 personas pueden estar ya en deudas. Aunque al mismo tiempo se estima que existen ahorros personales por valor de 100.000 millones de euros. «La gente no gasta, hay un gran problema de demanda doméstica, que este año habrá bajado un 1,25%. También ocurre que quien tiene casas no puede venderlas porque no hay comprador o lo hay a precio muy bajo», se afirma desde el Economic and Social Research Institute (ESRI).
De la crisis no sólo se habla en la calle, también se escribe en los libros que se venden en las librerías, con títulos como «Colapso del Tigre Celta», «Cómo los bancos pusieron de rodillas a Irlanda», «Banksters»... En ellos se repasan los datos del increíble crecimiento que en los 90 tuvo Irlanda y de su caída en el precipicio. «En su subida y caída, Irlanda hace que Ícaro parezca aburridamente estable», ha escrito uno de sus autores, Fintan O'Toole.
En la década de 1990, una economía rural se transformó en una plataforma postindustrial altamente cualificada. Un muy bajo impuesto sobre sociedades (12,5%) permitió la instalación de multinacionales. En 1986, la renta per cápita irlandesa era dos tercios de la media europea; en 1999 era un 111%. Entre 1985 y 2006, los precios de la vivienda subieron casi un 250%. La riqueza generada se invirtió en el sector inmobiliario, en el que pronto se volcó toda la población, con préstamos cada vez más fáciles de los bancos.
Burbuja inmobiliaria
Asentados sobre la burbuja inmobiliaria, los bancos colapsaron. El Gobierno ha tenido que nacionalizar total o parcialmente cinco entidades. El rescate alcanza los 45.000 millones de euros y ha elevado el déficit al 32%. Sin el abundante dinero que ingresaba por impuestos del sector inmobiliario, el Gobierno ha tenido que recurrir a fuertes recortes: 15% en el salario de los funcionarios y 4,1% en las prestaciones por desempleo, entre otras.
Los irlandeses no quisieran tener que ser salvados por la UE, pero la mayoría considera que fuera de la UE no hay salvación. El 75% está a favor de la permanencia en el euro, por encima del 67,1% obtenido por el «sí» en 2009 en la reválida sobre el Tratado de Lisboa. La crisis ha convencido a muchos de que al margen del euro el calapso hubiera sido inmediato.
No es de esa opinión el economista David McWilliams. Para él, si Irlanda volviera a la libra irlandesa, la divisa caería un 40%, pero ello tendría el efecto positivo de que los sueldos serían un 40% más bajo que el de sus rivales comerciales y aportaría nueva inversión extranjera, aumentando notablemente además las exportaciones.
John Fitzgerald, del ESRI, advierte que esa salida sería de «lunáticos». «Si el banco central irlandés tuviera que salir a buscar prestados miles de millones para reemplazar el euro en el sistema bancario, no habría dónde lograrlos. Habría una dramática caída de la moneda y una también dramática subida de los intereses, sería un completo colapso».







