El Clásico de la Liga española es a todas luces lo mejor que se puede encontrar en el planeta fútbol. Tanto es así que el partido en el Camp Nou -y en la presente campaña todavía tiene que llegar el duelo en el Bernabéu- fue visto en todo el mundo. La acumulación de estrellas, de campeones del mundo, de futbolistas de sobrado prestigio,... requiere de grandes escenarios. Y el Camp Nou se engalanó para convertirse en el teatro de los sueños. Aunque la etiqueta corresponde al mítico Old Trafford del Manchester United, lo cierto es que sobre el excelente césped del feudo barcelonista se vio ingenio, creatividad, magia,... en definitiva, fútbol espectáculo. Lo que ocurrió es que esto quedó únicamente del lado local. Los de Pep Guardiola se divirtieron como nunca -prueba es el 5-0 final-, mientras que el equipo de Mourinho acabó desquiciado; un juguete a los pies del Barça.
Con todo, la grada azulgrana recibió a los protagonistas -ambos equipos salieron, como ya es costumbre, al mismo tiempo- con un mosaico espectacular recogiendo los colores azules y granas del cuadro catalán y con un mensaje: “Te quiero Barça”. No hubo incidencias en las horas previas en la llegada del autobús del Real Madrid al estadio. La presión se la guardaron los seguidores para el partido.
Sus esfuerzos se centraron en cuatro objetivos: animar a su equipo, divertirse con la oda del fútbol del Barcelona, abuchear a José Mourinho y hacer el duelo imposible a Cristiano Ronaldo.
Los dos primeros asuntos quedaron bien cubiertos con el resultado frente al eterno rival y el fútbol que desarrolló el conjunto de Pep Guardiola. Se acabó viendo la ola mexicana y por momentos, a modo de plaza de toros -lo que son las cosas-, se escucharon ¡olés! con el movimiento a placer del balón, mientras los madridistas corrían detrás de este desquiciados.
Los otros dos objetivos centralizaban la presión desde la grada en el Real Madrid. Ni la potentísima megafonía del Camp Nou a toda mecha fue suficiente para poder escuchar los nombres que componían el once del Real Madrid. El asunto, como se esperaba, empezaba caliente. Presión. Tensión. Emoción. Almas entregadas a su equipo más que nunca. Es lo que tiene el Clásico.
Los primeros blancos para los seguidores azulgrana estaban cantados. José Mourinho y Cristiano Ronaldo. Al primero le dedicaron una pancarta que rezaba: "Hoy, mañana y siempre, Mourinho traductor". Para CR7 el cántico ya se ha utilizado en otros estadios: "Ese portugués, hijo p... es". La cantinela fue la tónica para el delantero luso, que cada balón que tocaba se llevaba una pitada monumental. Como si de Luis Figo se tratase.
Pero la cosa explotó cuando chocaron Pep y Cristiano. Balón que se va a la banda. El portugués fue a buscarla a las manos de Guardiola, que le amagó el cuero en el área técnica y se la tiró a un lado. El luso le respondió con un empujón. Ahí se armó la tángana y el público explotó frente a Ronaldo.
A medida que el partido consumía minutos y el Barça escribía la historia a su gusto, más se minaba la moral de los rivales. La tángana del roce de Pep y CR7 no fue la única. En el descuento, tras una entrada de Sergio Ramos y Pepe a Messi se volvió a formar. El sevillano acabó expulsado, los jugadores de ambos equipos se enfrentaron sin llegar a las manos, mientras los miembros de los banquillos de ambos equipos también se decían alguna lindez.
Tributo a otros grandes
En los minutos previos al partido de partidos, encuentro de un buen puñado de grandes de esto del fútbol, se rendió tributo a otros grandes. Veloces también como los Messi, Villa, Cristino,... pero sobre ruedas. Sobre el césped del Camp Nou se presentaron los pilotos de motociclismo Marc Márquez, campeón en 125 cc., Toni Elías, mejor del mundo en Moto2, y Jorge Lorenzo, triunfador en el campeonato del mundo de Moto GP







