La lectura de un clásico pone a prueba el archivo cultural y la capacidad de comprensión de cualquier lector, que a cambio del esfuerzo crecerá a cada página y hallará perspectivas desconocidas. Casa-grande, de Gilberto Freyre, es uno de ellos. Como señaló el gran antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, esta obra fundamental publicada en 1933 conformó las señas de un «Brasil cultural», del mismo modo que lo hicieron Cervantes con España, Camões con Portugal o Tolstói con Rusia.
Hay un Brasil que se imagina a sí mismo antes de Freyre y otro después. Por eso el relativo olvido en que la obra y el autor han estado desde hace décadas no tiene fácil explicación. Puestos a encontrarla, ¿podría haber influido que el sociólogo y antropólogo Freyre se formó en Estados Unidos y ello lo hizo sospechoso para algunos izquierdistas de secta? ¿O que fuera natural del nordeste de Brasil (Recife) y por tanto excéntrico a los grandes centros del poder cultural brasileño de Río y São Paulo?
Su obra es a Brasil lo que la de Cervantes a España, Camoes a Portugal y Tolstói a Rusia
Aquí no hay Venas abiertas de América Latina, ni ficciones deterministas similares para incautos y perezosos. Por el contrario, en oposición al mito del obligatorio fracaso latinoamericano que tantas novelas vende todavía (pobres quienes se las creen), Freyre levantó una «Historia verdadera» del Nuevo Mundo, la convincente y documentada apología de la capacidad utópica de Brasil y, por extensión, de las «otras» Américas, no blancas, anglosajonas y protestantes.
Lujuria en el trópico
Desde el día siguiente a la conquista –nos cuenta–, europeos ibéricos, indígenas y africanos fueron presa de la lujuria en el trópico, entendido como lugar de forzoso encuentro y entrecruzamiento, de invención humana. En el centro de la plantación, la casa grande del amo blanco, «el portugués libidinoso»; en el margen, la senzala o vivienda de esclavos, con abundantes mujeres de color a su disposición. El resultado «de los coitos por siempre condenados, de blancos con negras, de portugueses con indias», habría sido «una raza inerte, indolente y mestiza», según mandaba la refutación ilustrada del Nuevo Mundo, que Freyre combate con pasión, fechas y datos.
El subtítulo del libro, La formación de la familia brasileña en un régimen de economía patriarcal, apenas disimula su oposición a esta supuesta inferioridad de la naturaleza y las gentes de los trópicos, pero reduce su perspectiva. Porque Gilberto Freyre habla de mucho más y sin contención. Desde dentro, porque retrata una sociedad gozosa y viva, y desde fuera, para que el lector la entienda y quizás, ojalá, llegue a amarla.
«Traemos casi todos –escribió Freyre– la marca de la influencia negra»
Como señala Ramón Villares en su interesante prólogo a esta primera edición en nuestro país –la primera en español se hizo en Buenos Aires en 1942 y existe otra, de 1977, en la venerable biblioteca caraqueña Ayacucho–, el volumen, editado por Marcial Pons en coedición con la Fundación Cultural Hispano-Brasileña, fue expresión del programa fuerte de ideas de Freyre, resumido en tres principios.
La aventura del viaje
En primer lugar, está la procedencia mestiza de Brasil, celebrada al margen de planteamientos racistas contemporáneos, pues es la cultura, y no el clima, lo que explica su constitución social. En segundo término, se halla la importancia de la familia y la casa en ella, «no el individuo, ni tampoco el Estado, ni ninguna compañía de comercio». Finalmente, Gilberto Freyre mantiene una consideración superior del colono portugués y en especial de los afrodescendientes como expresión de Brasil: «En todo lo que es expresión sincera de vida, traemos casi todos la marca de la influencia negra».
Combate con fechas y datos que la brasileña sea una raza inerte e indolente
Mundanidad, humanidad
La importancia de las comparaciones con la América española (a la que Brasil estuvo unida entre 1580 y 1640, como parte del primer imperio global de la Historia) es obvia en la superación por Freyre de los otros dos mitos originales del Brasil moderno. Más allá de la narración providencialista de la naturaleza inagotable entregada por Dios, y de la celebración de bandeirantes y esclavistas como fundadores del territorio, en Casa grande creó un mito cósmico, carnal, mestizo y global, posmoderno por barroco, absolutamente contemporáneo, el de las mulatas brasileñas. Si la mundanidad y la humanidad de Brasil quedaron en adelante resumidos en ellas, el mérito fue suyo.






