La Academia de Hollywood decidió este año entronizar «El discurso del rey» y apear de las quinielas a «La red social». Pero la red verdadera supo vengarse. La gala según Twitter tuvo mucha más chispa que la que durante poco más de tres horas se arrastró en el Teatro Kodak de Los Ángeles, ayer templo del aburrimiento.
Presentaban James Franco (con la gracia y el buen humor de quien acaba de someterse a una colonoscopia) y Anne Hathaway, convertida en pasarela Cibeles humana, luciendo tipazo y miles de modelitos. Pero la inexperiencia no es un grado. Cuando el anterior presentador, Billy Cristal, salió por sorpresa y encima improvisó una especie de «decíamos ayer» el público fue presa de la nostalgia aguda. Que casi llega al paroxismo cuando se emitieron unas imágenes del presentador de los Oscar más famoso de todos los tiempos, Bob Hope.
Políticamente correcto
Es evidente que la raza de Hollywood no mejora con los años. Y que la actual obsesión con la corrección política no ayuda a una industria del entretenimiento inteligente. Por no querer caer en el criticado vitriolo de Ricky Gervais en los Globos de Oro, se han ido al otro extremo. Ejemplo: en los Globos de Oro Robert de Niro la lió criticando las leyes de inmigración y aprovechando la ausencia de Javier Bardem para citarle como posible deportado, a él y a los camareros de la gala. Le pusieron a caer de un burro. Pues este domingo Bardem no dudó en darle visualmente la razón al calzarse un más que camareril esmoquin blanco para «cantar» el Oscar al mejor guión junto a Josh Brolin, embutido en el mismo y horroroso uniforme.
Menos mal que en la alfombra roja el Marlon Brando español había hecho mucho mejor papel fashion,mayormente al ir colgado del brazo de una espectacular Penélope Cruz. Cuatro semanas después de dar a luz nuestra Pe sigue un tanto rolliza, pero con los kilos de más admirablemente repartidos: el 90 por ciento le asomaban por el escote.
Por lo demás hubo ¿chistes? sin gracia y discursos tan emocionantes como el prospecto de la aspirina. Fue una notable excepción Charles Ferguson, Oscar al mejor documental por «Inside job», un repaso a las maldades de Wall Street, quien estatuilla en mano soltó: «Siento tener que recordar que tres años después del estallido de la crisis, todavía ningún ejecutivo financiero ha ido a la cárcel, y esa es una vergüenza». La timidez de los aplausos fue otra.
Por lo menos a Ferguson no le censuraron, cosa que sí ocurrió con Melissa Leo (Oscar a la mejor actriz secundaria por «The fighter»), cuando, presa de los nervios, se le escapó un f-word,que es como los periodistas americanos finos mentan en sus crónicas la palabra fucking (jodido). La cadena que retransmitía la gala, ABC, alcanzó a tapar el tema con un pitido. Lo cual hizo todavía más chocante ver a Melissa Leo pidiendo perdón por su desliz en las entrevistas subsiguientes.
Por cierto que el premio a esta actriz se lo había entregado Kirk Douglas, otra de las sorpresas de la noche. Ya lo habría sido ver aparecer en el escenario a su hijo Michael, capaz de sobreponerse a un cáncer de garganta en fase 4 pero no a la espantosa segunda parte de «Wall Street» filmada por Oliver Stone este año. Quizás para ahorrarle este bochorno cruel no vino Michael sino Kirk, que por ser quien era pudo hacer lo que le dio la gana y hablar quince minutos de reloj, algo que no se permite ni a los reyes tartamudos.
Ciertamente con tanta vieja gloria por metro cuadrado era inevitable preguntarse qué quiere ser Hollywood de mayor. Hace años parecía haber desterrado a los adultos de los cines, pergeñando sólo superproducciones para adolescentes y mentes cándidas. Luego por lo contrario. Por fin la Academia optó por enquistarse con un drama regio, tan soberbio como de toda la vida. Total, si cualquier tiempo pasado fue mejor...
