Su madre había sido una buena aficionada intérprete folkie y en cuanto vio que su hija Mary Chapin empezaba a tener uso de razón y, lo que es mejor, facilidad, para cantar y seguir los compases, le regaló una guitarra. Con padres y madres así, da gusto.
Carpenter empezó como su santa, esto es, escribiendo y cantando tonadillas de aires folkies por los baretos y garitos de Washington. Incluso, vendía alguna maqueta tras las actuaciones. Una de estas cintas, como en los cuentos bonitos, llegó al despacho de Columbia donde debía llegar, y poco después Mary Chapin ya tenía su contrato profesional y lanzaba su primer álbum Hometown Girl (1987). Dos años después llegaba State of the Heart (1989) y la tropa de sus seguidores empezó a crecer.
En las radios comenzó a sonar con frecuencia. Su country-folk elegante y bonito, trufado de referencias feministas, cautivaba a la audiencia. En 1990 llegó Shooting Straight in the Dark Uno de sus singles, Down at the Twist and Shout llegó al número 2 de la listas, y el álbum se vendió muy bien. Era el anticipo de su disco definitivo de 1992, Come on Come On. Una joya con piezas de primera como Passionate kisses, de Lucinda Williams, The hard way, Come on, come on, y He thinks he’ll keep her, una canción superlativa. Un álbum en el que los aires country y de honky-tonk eran cada vez más apreciables. El éxito fue incontestable: dos millones de álbumes vendidos.
Una mujer imprescindible
Una voz que dice las cosas claras, clarísimas, y las canta como pocas
Nunca es tarde para acercarse a la música de Mary Chapin Carpenter, las canciones de una mujer imprescindible en el panorama artítistico de hoy. Una voz que dice las cosas claras, clarísimas, y, lo que es mejor, las canta como pocas. Música popular contemporánea, un placer para los oídos y los sentimientos. Lástima que en sus giras, Mary Chapin no se prodigue por aquí. Pero bueno, siempre nos quedará YouTube.