Si no fuera una final por romper el maleficio de los octavos de final, no jugaría. E incluso con este reto, es duda. Cristiano Ronaldo no se encuentra recuperado de su lesión. Su dolencia en el bíceps femoral izquierdo no ha cicatrizado con la seguridad deseada. Los plazos médicos exigían quince días y no se han cumplido. Se rompió en la goleada ante el Málaga, el 3 de marzo, y solo han transcurrido trece fechas. Cristiano Ronaldo hizo una prueba física esta mañana y no se sintió a gusto. Las molestias persisten.
El problema del goleador blanco -37 tantos esta temporada- es que su rendimiento no tiene término medio. Si salta al campo, lo da todo y explota su rapidez extrrema. Si no se entrega al máximo, pierde la virtud que le diferencia de los demás, esa incursión en carrera que regatea rivales y finaliza siempre en disparo. Esas penetraciones de velocidad punta solo las puede hacer a tope. El riesgo de recaer en su lesión estará latente.
Po ello, su titularidad, esta noche, dependerá de su decisión y de la postura que tome Mourinho. El entrenador llegó en julio con una misión: superar los octavos de final al cabo de seis años de decepciones. Esa meta puede significar un esfuerzo extra de su delantero. Pero el técnico advirtió ayer que si un futbolista no está bien no rinde como él espera y prefiere alinear a otro jugador. Con ese pensamiento, la incógnita es si Cristiano comenzará en el banquillo y dejará la responsabilidad a la dupla Adebayor-Benzema.







