El mensaje de Johan Cruyff es contemporáneo, tan válido el «salid y disfrutad» del 20 de mayo de 1992 a 20 de abril de 2011. Entonces, el Barcelona trataba de convertir su grandeza institucional en resultados deportivos, angustiado porque con casi cien años de historia no había ganado todavía ni una Copa de Europa. Ahora, el Barcelona ya lleva tres, instalado en el paraíso en la última década, feliz en estos años con Pep Guardiola como extensión del mensaje del gurú holandés. En la víspera de la final de esta noche, el técnico mantiene la esencia, fiel a una idea que no abandona por nada del mundo.
Los partidos se empiezan a ganar desde la palabra y en ese apartado Guardiola tiene el don. Se gusta ante los micrófonos, generoso en la respuesta, pregonero de un barcelonismo que se enchufa con sus palabras. En función de su estado, la gente intuye por dónde van los tiros y ayer resumió a su manera lo que se disputa en Mestalla: «Cuanto más importantes sea el partido, más ganas tengo de salir al ataque, más ganas tengo de hacerlo bien. Así me lo enseñaron en esta casa, un gran partido me genera más ambición», apuntó para rematar la faena con maestría. «Las finales son para jugadores de verdad, para los que quieren ganar».
Él quiere, obviamente, y asegura que no se obsesiona con el Real Madrid. No es el Barcelona, no al menos este Barcelona, un equipo de vivir pendiente del enemigo. Hasta ahora le ha bastado con exprimir un fútbol de manual que recibe halagos desde todos los rincones del planeta y así entiende Guardiola que debe expresarse su equipo en Valencia. «Hay que ser valientes, intentaremos ser atrevidos. A veces, cambias algunas cosas, pero la esencia debe ser la misma. Jugar, jugar y jugar».
Como cuatro clásicos en 18 días son muchos, Guardiola pide cordura porque esto no ha hecho más que empezar. Se suceden las portadas, las tertulias adquieren puntos de calor demasiado elevados y a José Mourinho se le cuestionan las formas en el primer duelo del pasado sábado en el Bernabéu, escenario que celebró un empate cuando su equipo perdió casi toda opción de aspirar a la Liga. «No me atrevería nunca a juzgar lo que hace un colega mío, jamás juzgaría cómo quiere jugar. No me lo permitiría», contestó cuando se le preguntó por el planteamiento del portugués. No le van esas guerras al preparador azulgrana, fiel a su idea inicial de principio de curso de utilizar a Pinto para este torneo. «Él y diez más. Ha jugado siempre la Copa y seguirá haciéndolo, sería una falta de respeto a él y al grupo. Tampoco con Víctor me garantizan que vayamos a ganar».
No se acaba el mundo esta noche porque la Liga está por finiquitar y queda el pulso europeo. Nada de partido de la temporada, ese no es el titular. «Es una competición diferente, es un regalo estar en la final. Si ganamos, estaremos contentos. Si perdemos, les felicitaremos. Al final valoraremos, pero no creo que sea el partido del año». Guardiola, en plan Cruyff: «Es una joya que el mundo esté pendiente de nosotros en estos cuatro duelos. Hay que disfrutar».






