Es tan manida la pregunta como la respuesta. ¿Tiene ansiedad David Villa?, se requiere a la espera del tópico. «En absoluto, ya llegarán los goles, no hay que preocuparse de nada», proclama el entrevistado de turno. Y así se explica la vida de un delantero que lleva diez partidos sin marcar, instalado en unos dientes de sierra que durante semanas le llevan al cielo y días después le humanizan porque no acierta. Las rachas de los delanteros, dicen siempre los hombres del fútbol, y coincide todo el mundo en que David Villa pasa por una mala. Hoy, en un encuentro especial porque la Copa le encanta al asturiano, campeón con el Zaragoza y el Valencia, busca hacer las paces con el balón.
Su último festejo fue en Mallorca, el 26 de febrero, y desde entonces, agua. Únicamente con la selección ha hecho su trabajo, capaz de superar un récord de leyenda como el de Raúl (lleva 46 tantos con España), pero nadie se atreve a cuestionar su trabajo en el Barcelona. Sucede que de su mal fario se ha contagiado también Pedrito, un futbolista con el don de la oportunidad, y de ahí que sus fallos se magnifiquen. Al delantero del Barça no se le pasa ni una. «David vive de los goles, pero hay tantas cosas difíciles de ver, tantos detalles que hace bien para el equipo...», le protege Guardiola, que avisa a navegantes. «Hace mucho por los otros. Quiere hacer goles y le ayudaremos. Los hará cuando toque».
Son demasiadas tardes sin sus goles, inexplicable el apagón porque justo antes había marcado cuatro tantos de forma consecutiva y en su mayoría resultaron decisivos. Lleva 21 en esta temporada, cifras dignas si se tiene en cuenta que es su primer año como azulgrana, correctos los números porque con los 17 que acumula en Liga ha superado al díscolo Zlatan Ibrahimovic. Pero se le exige un plus y él es el primero en aceptarlo. «Cuando no marcas llegas a pensar en mil cosas, pero lo que tengo que hacer es trabajar en lo mío y estar tranquilo», dijo recientemente.
Un montón de ocasiones que se quedaron en el casi, cuestión de centímetros mayoritariamente. Una estadística le recuerda que ha chocado con los palos hasta nueve veces este año, líder destacado en esa parcela, pero en el cuerpo técnico azulgrana le protegen ante los comentarios. A Villa no sólo le miden por sus tantos, pues los expertos destacan su profundidad en el juego, su coraje a la hora de presionar, su habilidad para marear a los defensores. Además, cuenta con un disparo a media distancia que desatasca muchas veces al Barcelona, empeñado en marcar goles en la misma línea de gol porque sólo así entiende el fútbol. Ese recurso, el del chut lejano, se valora entre Guardiola y sus ayudantes.
Su primera Copa la ganó con el Zaragoza y casualmente con el Madrid como adversario. Fue en aquella final que se celebró en Barcelona, en el estadio de Montjuïc, y Villa transformó un penalti. Ese partido dinamitó por completo la primera etapa de Florentino Pérez. Luego, en 2008, también fue campeón con el esquizófrenico Valencia de Ronald Koeman al superar al Getafe. Villa afina la puntería y juega en Mestalla, su segunda casa.
