«¿Cuántos espectadores tendrá la final de mañana?», le preguntaba un reportero de ABC a un miembro de la Federación Nacional de Fútbol, el 20 de junio de 1936. «Oficialmente, 18.000 espectadores», respondía. «¿Y extraoficialmente?», «ponga usted 21.000». «¿Y heroicamente?», «imposible el pronóstico. Cuando un volcán entra en erupción, no se sabe nada», sentenciaba. Era la primera de las cinco finales de Copa disputadas entre Madrid y Barça, menos de un mes antes de que estallara la Guerra Civil, y en la que ya era muy evidente la expectación y tensión que generaban estos enfrentamientos, auténticos «volcanes en erupción».
El Barcelona ha ganado tres veces. Los de Mourinho esperan igualar hoy esta estadística histórica, en Mestalla, en el mismo escenario donde se la disputaron por primera vez hace 75 años, en un partido que se llevaron los blancos (2-1) con un trivote de leyenda, considerado como una de las mejores defensas de la historia: Zamora, Ciriaco y Quincoces. Una final, «la final de la República», recordada sin embargo no por el resultado, sino porque en ella Zamora, «el Divino», realizó su última parada en España, en el minuto 86, y para salvar el resultado antes de fichar por el Niza.
Se volvieron a enfrentar en 1968, en un enfrentamiento que generó uno de los estallidos de violencia más bochornosos que haya vivido el fútbol español. «Futbolísticamente mala, muy mala, de las peores del historial. Y como espectáculo de masas, algo deprimente», dijo ABC, después de presenciar cómo en el minuto 19 de la segunda parte, los aficionados, cabreados por dos decisiones arbitrales, comenzaron a lanzar botellas de cristal al terreno de juego, «dando paso al salvajismo». Riga, el árbitro, fue, por primera vez en la historia, más protagonista en los periódicos que los propios futbolistas.
Pero también ha habido goles y muy buen fútbol, como en 1974, en el Vicente Calderón. Allí estaban Pirri, Del Bosque, Santillana o Macanás para vengar la afrenta sufrida por el Barça del genial Cruyff poco antes, que le había clavado un 5-0 en el Bernabéu. Cuatro golazos que les valieron calificativos como «broche de oro para el Madrid», «otra bella página para su historia» o «victoria a la vieja usanza».
Y aquí se acabó la buena suerte del Madrid en sus finales contra el Barça. Maradona, Schuster y Julio Alberto en 1983; y Zubizarreta, Salinas y Laudrup en 1990, se hicieron con las Copas de Rey (2-1 y 2-0). La de 1983 se decidió en un final de infarto, a 30 segundos del final, con un vuelo de Marcos que, «como un ángel», resolvió para el Barça. La de 1990, en Mestalla, donde hoy Ronaldo y Casillas tratarán de amargar a Xavi y Messi.
