Mientras en el estadio unos bebían cerveza y comían pipas sin parar, otros trabajaban como un día más. Las azafatas de palco están acostumbradas a oler la tensión de cada jornada. Pero en un Madrid-Barça, la tentación nunca estuvo tan cerca.
A no ser que uno estuviera en Cantabria, donde pocos pudieron disfrutar del partido por carecer de un canal autonómico, perderse esta gran cita era solo cuestión de voluntad propia. O de trabajo: médicos, conductores de transporte público... e incluso aquellos que, aun encontrándose en el mismo Bernabéu, tuvieron que ver el partido como siempre, de reojo. Son las azafatas de palco.
Laura, periodista en paro de 24 años, llegó a las 18.45 al estadio, con un traje azul marino ceñido e impoluto, subida a unos tacones de 8 centímetros, pañuelo blanco atado al cuello y coleta alta. Tras fichar con su acreditación en los tornos de la puerta 42, se dirigió a las gradas, donde la esperaba su supervisora. Una vez llegaron todas las azafatas, se dirigieron hasta su zona asignada. La de Laura: zona 1 palco 2013, muy cerca de los ultra: “Tenemos policía nacional por seguridad. No nos dejan acercarnos”. Un supervisor le hizo entrega de una lista con el número de personas que ocuparían el palco y sus nombres: “También vienen los teléfonos de urgencia por si te empiezas a encontrar mal o alguien se toma demasiadas confianzas contigo”.
Fuera, los aficionados comían bocadillos de tortilla y bebían cerveza. Mientras tanto, Laura leía el menú que disfrutarían los asistentes de su palco, al mismo tiempo que Messi y Cristiano luchaban en el campo: gazpacho, rollitos de primavera, wrapp de salmón, rissoto de gambas y espárragos, quiche de jamón, etc.
Dos horas antes del partido todo tiene que estar listo. Del mismo modo mecánico que el resto de días, Laura preparó los frutos secos, las patatas y las servilletas, comprobó que tanto la tele como el aire acondicionado funcionasen y que la nevera tuviera las bebidas y bolsas de hielo suficientes. Después, cortó el limón en rodajas. Tras echar un vistazo rápido a la sala, se dirigió a la puerta y esperó a que comenzase a llegar la gente: “Este momento es bastante aburrido. No puedes hablar con nadie, tienes que estar todo el tiempo de pie, recta, y no puedes apoyarte en la pared”. Los encargados de preparar el cátering y las supervisoras no dejaban de cruzarse: “Esto parece el Ejército”. Prisas y muchos nervios. No era un partido más.
Cuando las puertas del Bernabéu se abrieron, una hora antes del encuentro, Laura colocó en su rostro una careta de sonrisa permanente y, con su voz aflautada saludaba a quienes pasaban por su puerta. Tras 15 minutos de espera e indicar varias veces la localización de algunos palcos, los ocupantes del suyo comenzaron a aparecer. Comprobó sus nombres, revisó la entrada, la fecha, la hora y el número de palco y, una vez todo en orden, colocó sus abrigos en el perchero. Tras servirles unas cervezas, lo que pidieron, Laura volvió a la puerta para esperar a las personas que faltaban. Llegaron justos de tiempo, tan solo 3 minutos antes del pitido inicial. En total seis aficionados del Real Madrid y dos del Barça, todos amigos, que se gastaron 1.800 euros cada uno para poder disfrutar del partido desde las alturas y con toda la atención de Laura. “Si te toca un palco en el que tienes que preparar tú todo, como el mío, sabes donde está cada cosa y los minutos en que debes servirlo. Si no, vas a la barra del hall cuando te pidan la bebida y luego a la cocina a por los platos”.
Los flashes de las cámaras fotográficas empezaron a multiplicarse al ritmo que avanzaba el minutero. Mientras, los ocho aficionados vip discutían sobre el desarrollo del partido: “El ambiente en los palcos suele ser muy tranquilo. En su mayoría son ejecutivos, gente de negocios que habla de sus cosas”. Guardan las formas y a veces también sus emociones.
A excepción del enfrentamiento entre Chendo y Pinto, que revolucionó el ambiente e hizo que todos miraran alarmados las pantallas de televisión, los asistentes disfrutaron tranquilamente del buffet libre preparado en el hall durante el descanso. “Las azafatas aprovechamos estos 15 minutos para recoger los vasos, las servilletas, rellenar los cuencos con los frutos secos y las patatas… y de paso airear un poco el palco de tensiones”. Los pies de Laura comenzaron a sufrir de estar tanto tiempo de pie y tuvo que desechar el deseo prohibido de sentarse unos segundos, ya que una vez recogido el palco, las azafatas salieron también al hall para ayudar a los camareros.
A pocos minutos para el comienzo de la segunda parte, los asistentes se fueron colocando en sus asientos y Laura empezó a preparar los brownies y la tarta tatín de manzana. Un final muy dulce que no lo fue tanto para los seguidores del equipo blanco, que perdió 0-2.
Los 30 minutos de más que los aficionados pueden quedarse en el palco una vez terminado el partido se hacen los más largos para Laura, sobre todo si gana el Madrid. Hoy tuvo “suerte”: “Normalmente se quedan a tomarse una copita, pero si pierde, se marchan enseguida”. Una vez sola, volvió a repetir la tarea de limpieza, cerró las ventanas, apagó la tele y suspiró. Con su uniforme impoluto y la coleta bien puesta, después de retocarse en los aseos, se dirigió a la puerta 12. Allí, las encargadas de la agencia de azafatas para la que trabaja supervisaron el estado de las chicas y recogieron el parte firmado que demuestra que pasaron las dos horas anteriores encerradas en el estadio.
De camino hacia el metro y con su imaginación ya tumbada en la cama, Laura cuenta las horas que faltan hasta el 15 de mayo: “El día que cobramos”. Lleva unas bailarinas, planas y cómodas. El partido ha terminado.
