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Deportes / MOTOCICLISMO

Valentino ha perdido el rumbo

Por primera vez en quince años de carrera no sabe qué hacer. Rossi no entiende la Ducati. Ni copiando a otros

Día 14/06/2011

Su sabiduría ancestral le permite solventar situaciones extremas con actuaciones que consiguen el aprobado. La sexta posición de Valentino en Silverstone silencia las alarmas. No las retira. Bailando bajo la lluvia, Rossi ascendió siete posiciones respecto a su puesto de salida. Hizo una faena de aliño como solo el italiano es capaz de conseguir. La decimotercera posición en la parrilla inicial, sin embargo, explicaba los múltiples problemas que el número 46 sufre en Ducati.

El ídolo de masas está perdido. Por primera vez en su carrera no sabe lo que hacer sobre una moto. Por primera vez en su vida no sabe qué decir a su equipo para solucionar los problemas de frenada, de velocidad y de grip. Por primera vez en su extensa trayectoria profesional no sabe qué explicar en su box para lograr un cambio que permita adaptar su pilotaje fino a una máquina demasiado bruta para el viejo campeón.

El tavulliano paga en sus carnes lo que Stoner soportó durante tres años, desde 2008 a 2010, en la casa de Borgo Panigale. VR y su jefe de mecánicos criticaron al australiano hace un año por no saber sacar rendimiento a la «Duquesa». Ahora sabe la razón. Es una moto ruda, bronca, que pide aceleraciones y frenadas a tope. Valentino nunca ha conducido así. Su clase explota con una máquina que reacciona cuando él toca el freno con suavidad, con el dedo meñique. O cuando acelera con similar cadencia. Una técnica que a la Ducati la deja fría. Ni se entera. La bala roja es exigente. O la pegan fuerte o no funciona. Rossi no sabe hacer eso. Es otro estilo. No le va. No es el suyo.

Dos segundos por vuelta

Le han colocado un nuevo chasis y el «Vecchio» no ha encontrado soluciones. Cuando introduce la máquina en las curvas la siente rígida. Y cuando sale de ellas hay que acelerarla al ciento diez por cien para que rinda al cien. Exige un esfuerzo físico enorme. Jeremy Burgess, el ingeniero de VR46 desde el año 2000, ha intentado ablandar la reacción de los mandos de la «Duchiesa» para conjuntarlos con la clase de su piloto. No ha podido. Lo máximo que ha conseguido es crear un híbrido que ya no es la Ducati. Y Valentino tampoco puede conducir como desea.

Lo peor es que no hay mejorías a la vista porque la montura exige una revolución tan radical que no hay tiempo. «Me sacan dos segundos por vuelta y no sé que hacer», admite. Rossi ha intentado copiar a Bautista y Hayden, las otras Ducati, para ver si progresa. Nada. Los dos le ganaron en Silverstone. Espera una moto mejor el 14 de agosto, en Brno. Y sabe que la fábrica trabaja en el prototipo del próximo año, de 1.000 centímetros cúbicos. Menudo año.

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