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Esto no es Jauja, ha vuelto a decir Alemania. Bien para contentar a sus electores, bien para ejercer de líder en una eurozona confusa y descabezada, el Gobierno de Angela Merkel ha lanzado su enésimo aviso a los socios comunitarios que amenazan la estabilidad monetaria que añora Berlín. Ayer, el ministro de Finanzas germano, Wolgang Schäuble, advirtió a estos países de que «no habrá una salvación a cualquier precio», urgiéndolos a tomar drásticas medidas anticrisis.
El Ejecutivo alemán ha recogido así el mensaje de sus electores y el resto de voces críticas con la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de comprar deuda soberana de los países periféricos afectados por las tensiones de unos mercados que no confían en su solvencia. Durante toda la semana pasada, el organismo presidido por Jean Claude Trichet adquirió títulos de España e Italia, en una operación que según los analistas consultados es claramente un «rescate encubierto». Meses antes lo había hecho con los tres países —Grecia, Irlanda y Portugal— ya asistidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Bruselas. En total, el emisor europeo se ha dejado más de 74.000 millones de euros en salvar sus Tesoros públicos.
Entre los partidos de la coalición conservadora del Gobierno de Merkel se ha extendido la idea de que con ese gesto, Fráncfort ha perdido parte de su independencia. «El BCE no puede convertirse en una institución que corrija los errores de política presupuestaria de países como Italia», expresó al semanario «Der Spiegel» un dirigente democristiano alemán.
«No habrá un reparto de las deudas ni un apoyo ilimitado. Hay ciertos mecanismos de apoyo que desarrollamos bajo condiciones estrictas», avisó ayer Schäuble en unas declaraciones recogidas por esa misma publicación. En román paladino, exigió una vez más a los citados países planes serios de consolidación fiscal.
En la misma línea, el primer ministro holandés, Mark Rutte, aseguró el pasado jueves que su país está «abierto a todo tipo de soluciones», incluida una ampliación del fondo de rescate europeo, dotado con 440.00 millones de euros. Eso sí, pidió a España, Italia y también Francia, con dificultades presupuestarias, un mayor compromiso.
El pasado miércoles, Nicolas Sarkozy interrumpió sus vacaciones y aseguró que la intención de su Gobierno es anunciar de inmediato nuevas medidas de ajuste para atajar el déficit. París prevé analizar ese plan el próximo 17 de agosto y aprobarlo el día 24.
Más contundente fue Italia. Su primer ministro, Silvio Berlusconi, puso también fin al verano convocando de urgencia a su equipo gubernamental y anunciando, en la tarde del pasado viernes, un recorte de 45.500 millones de euros hasta 2013 y que supone un auténtico azote al estado de bienestar. Era, como dejó entrever al día seiguiente su ministro económico, Giulio Tremonti, el requisito exigido por el BCE —que envió cartas con «instrucciones» a Madrid y Roma— a cambio de la compra de deuda transalpina. Ayer mismo, el presidente del Consejo Europeo, Herman van Romuy, felicitó a Berlusconi por actuar, dijo, «a tiempo y con rigor». Mientras, los sindicatos italianos se preparan ya para la huelga general.
Como fuere, hasta Lisboa se dio por enterada y salió al paso también el viernes con nuevas medidas de recortes para equilibrar sus cuentas públicas. El nuevo ministro luso de Finanzas, Vítor Gaspar, anunció una subida del tipo del IVA en la luz y el gas del 5% actual al 23%. En España, el Gobierno de Rodríguez Zapatero tiene previsto pedir los próximos 19 y 26 de agosto un nuevo esfuerzo a los ciudadanos del que por ahora poco se conoce.







