Tabernas históricas de Córdoba (VII). Taberna Santa Marina: centenaria, torera y lista para seguir cumpliendo años

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La auténtica máscara mortuoria de Manolete cedida por su apoderado, un antiguo mechero con el que el diestro jugaba de niño, la medalla de la Virgen de Guadalupe comprada en Méjico con la que dormía el diestro o el cuaderno en el que hacía cuentas de matemáticas en el colegio (y puede comprobarse que tenía una excelente letra). Son algunas de las reliquias que se pueden encontrar en las vitrinas del patio de la taberna Santa Marina, una de las más antiguas de la ciudad, renovada hace cuatro años y medio sin que se perdiese un ápice de su atractivo histórico, todo lo contrario, pues su diversas estancias lucen ahora como debieran.

«Mi abuelo no tenía clientes, tenía amigos», indica orgulloso su nieto y actual responsable del establecimiento, Jesús Murillo, para recordar a Rafael Martínez Obispo, que alquiló el lugar en 1973 dejando su negocio de platería en la conocida Casa de Paso de la Lagunilla, espoleado por el cariño de los vecinos y pensando que por tanto una taberna sería lo adecuado para su extraordinario don de gentes.

No se equivocaba y la conocida desde entonces también como Casa Obispo se convirtió en un popularísimo punto de encuentro para los habitantes de Santa Marina y los cordobeses en general, hasta el punto de que Martínez recibió reconocimientos por parte del Ayuntamiento en 1991, con Herminio Trigo como alcalde.

Pero mucho antes, a principios del siglo XX, ya se tienen datos sobre la que se llamaba Taberna Toledano. En los años 30 pasó a ser Casa Almoguera, por Joaquín Almoguera, que ya tenía un establecimiento del mismo nombre en la calle Moriscos. Regentaba la taberna su hijo, conocido como El Cojo y tabernero sieso cordobés donde los haya, pues ha trascendido hasta hoy su proverbial mala leche, como indica Jesús Murillo recordando seguramente charlas de niño con su abuelo, cuando ya tiraba por juego sus primeras cervezas en el lugar donde creció.

Desde la muerte de Martínez Obispo hasta el 2017, regentó el lugar su hijo, y tío de Murillo, Rafael Martínez Jurado, siendo el lugar el bar del barrio de Santa Marina por excelencia, aunque cada vez más necesitado de una reforma que llegó ya con la nueva generación. No se ha olvidado el ambiente taurino, pues muchas eran las tertulias que allí se daban. Hasta el punto de que tras la renovación del local se ha dedicado una sala en exclusiva al torero El Puri, cliente asiduo de la casa. Recibió de novillero en Madrid una cornada idéntica a la de Manolete, salvando la vida por encontrarse en esa plaza más grande que la de Linares y con mejor atención médica.

De apenas tener cocina, la taberna Santa Marina se puede considerar ahora como un restaurante sólido y volcado fundamentalmente con las recetas tradicionales de Córdoba. Pero además cuenta con numerosas y variadas sugerencias semanales fuera de carta. «Hay también que innovar, así que todas las semanas saco la pizarra con mis sugerencias», añade Murillo. Y así por ejemplo esta semana se pueden degustar tomate con melva, calamares con salsa, croquetas de choco, croquetas de bacalao, pinchitos de cordero o pollo al teriyaki. También hay menú del día de lunes a viernes por 9’90.

Hay por tanto taberna para rato, con el atractivo añadido de tener la terraza junto a la mismísima iglesia de Santa Marina.

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