La Torre de Don Fadrique y Talavera
TEXTO: PABLO FERRAND FOTOS: ARCHIVOLa Torre de Don Fadrique fue siempre un monumento escondido. Su contemplación requiere notable premeditación: Para verla hay que entrar en el monasterio de Santa
TEXTO: PABLO FERRAND FOTOS: ARCHIVO
La Torre de Don Fadrique fue siempre un monumento escondido. Su contemplación requiere notable premeditación: Para verla hay que entrar en el monasterio de Santa Clara o subirse a una azotea cercana. La zona norte de la Alameda, donde los leones de Cayetano de Acosta, era otro lugar clásico para observarla más o menos cerca, pero la nueva comisaría no sólo ha transformado el paisaje de estos jardines públicos -los más antiguos de Europa en su clase, según Antonio Albardonedo-, sino que ha reducido el espacio que teníamos para disfrutar de esta torre medieval de mediados del siglo XIII.
Queda, sin embargo, una esquina formada por las calles Becas y Lumbreras por donde la torre se deja ver. Y allí van los forasteros que quieren conocer algo más que la Catedral y el Alcázar, los que tan difícil lo tienen a la hora de visitar iglesias conventuales o parroquiales de las que se describen en las guías turísticas. Al menos desde ese ángulo urbano asoman por el muro las ventanas góticas del último cuerpo y el antepecho almenado en ligero voladizo. ¿Sigue la espiga de madera que sube a la azotea?
Quiso Juan Talavera «el Viejo», apellidado de la Vega, y padre de Talavera Heredia «el Mozo» (el arquitecto regionalista del edifico de la Telefónica), que su proyecto para almacenes que engloba a la torre de Don Fadrique no tapara totalmente su visión. Proyectó la nave principal hacia un lado, dejando ese muro blanco que se quiebra en chaflán, de manera que la torre parece clavada en medio de ese edificio industrial de 1902. Es una de las últimas obras de de Talavera de la Vega, el arquitecto de los Montpensier, cada vez más valorado. Realizó notables reformas en el Palacio de San Telmo, completó la Plaza de Toros de Sevilla y nos dejó, entre otras cosas, un vistoso castillo en miniatura de aire mudéjar que se llamó pabellón de San Telmo y que todo el mundo conoce como Costurero de la Reina. Las últimas intervenciones no han hecho más que desfigurar este pabellón mínimo, tapando el ladrillo original de doble tonalidad mediante una pintura chillona propia de portada de feria.
El almacén de las calles Becas y Lumbreras es un edificio interesante. Está catalogado por el Ayuntamiento y figura en el libro Arquitectura Industrial en Sevilla, de Juan García Gil y Luis Peñalver Gómez, editado por el Colegio de Aparejadores en 1986. Esencialmente lo conforman un espacio abierto que ha servido de cochera y una nave convertida en viviendas, donde reside Max, el último inquilino. Max es pintor y músico y ha convertido su casa en un centro de creación cultural. El que quiera estudiar la evolución musical en Sevilla de los últimos nueve años deberá contar con la experiencia de este artista que, en sus reuniones de músicos, ha realizado más de 300 grabaciones improvisadas. Prepara también un documental en el que recoge los valores del almacén de Talavera padre.
En la actualidad el almacén es propiedad del Ayuntamiento, como todo el monasterio, aunque sentimentalmente puede decirse que este rincón de Don Fadrique es también un reducto talaverano. Padre e hijo dejaron aquí sus trazas, su estética. El primero protegió la torre y la dejó visible por encima de un muro blanco con zócalo marrón. El segundo, en los años veinte del pasado siglo, resaltó la torre, reurbanizando con mucho tacto el jardín donde se asienta. Diseñó una alberca para que se reflejara en ella la torre, y reorganizó a su alrededor la colección arqueológica municipal.
Petición de indulto
Desde hace tiempo se oyen voces para que esta obra de Talavera «el Viejo» se declare bien de interés cultural. El almacén figura en los planos del PGOU como parcela de interés público y social. Sabemos que el convento está en buenas manos, su restauración se lleva a cabo a conciencia, pero las noticias que nos llegan sobre el entorno de la Torre de Don Fadrique no son muy alentadoras. El Ayuntamiento sigue catalogando lo que luego derriba.
Ese mismo Ayuntamiento nos tranquiliza: los almacenes no se derribarán, el desarrollismo destructor ya pasó y ya no hay declaraciones de ruina, el palacio barroco más representativo de Andalucía sigue intacto, el yacimiento romano de la Encarnación se ha salvado en un 95 por ciento, nadie pediría hoy la demolición del puente de San Bernardo, y el patrimonio arquitectónico industrial tiene la misma consideración que en el resto de Europa. Y lo más importante: los almacenes de Talavera no son del siglo XIX, sino no del XX y, por lo tanto, no forman parte de «la Sevilla vetusta».
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