La Virgen va a Urgencias
La Virgen de la Salud entrando en Urgencias. Inmensa paradoja. Salud para quienes carecen de ella. Cuando San Gonzalo avistó a lo lejos el Altozano, ya con el barrio León sin algarabía, Concha Rubio
María Dolores Herrera, limpiadora del Hospital Infanta Luisa de Triana, cantó ayer una saeta a la Virgen de la Salud de San Gonzalo a las puertas de Urgencias./PEPE ORTEGA
La Virgen de la Salud entrando en Urgencias. Inmensa paradoja. Salud para quienes carecen de ella. Cuando San Gonzalo avistó a lo lejos el Altozano, ya con el barrio León sin algarabía, Concha Rubio apretó los dientes. Tiene un cáncer. La han operado ya dos veces y ahora está recibiendo quimioterapia. Y sólo unas horas antes de que la Cruz de Guía embocara la calle San Jacinto, la Madre Superiora de las Hermanas de la Caridad del hospital Infanta Luisa le pidió que fuera ella quien ofreciera el tradicional ramo de flores a la cofradía. «Soy muy devota de San Gonzalo y tenerlo tan cerquita me ha dado mucha fuerza. La única pena que tengo es que no ha podido darle el ramo conmigo Mercedes, mi compañera de quimio, que se ha bautizado en San Gonzalo, pero su tratamiento es tan fuerte que la deja adormilada y no ha podido venir». De alguna manera, Mercedes estaba allí. Como los pétalos que lanzan las monjas cada año. Esta vez no se vieron, porque la fachada del hospital también está convaleciente. Pero se sintieron. Sobre todo cuando María Dolores Herrera, una limpiadora de la clínica, se subió a una escalerilla para decir una saeta. Once años lleva haciéndolo. «Mientras canto pido por los enfermos».
A esa hora, en el Servicio de Digestivo del Virgen del Rocío, José Tirado veía por la tele la entrada en La Campana de Santa Genoveva. Lleva tres días ingresado y el médico le ha dicho que va a tener que estar toda la semana allí, en la cama de la 411. «Tengo una niña con ocho años y no puedo ir con ella a ver los pasos, se ha tenido que ir con su tía, pero a lo mejor me dan vacaciones para el jueves y el viernes», dice con vana ilusión. En el lado opuesto está Antonio, de Isla Mayor, que ya está a punto de ver la calle. Ingresó hace 40 días. «Yo soy muy cofrade y estoy deseando irme a mi pueblo para ver la del Viernes Santo. Si Dios quiere, la veré, porque a lo mejor nos vamos mañana». Carmen, su mujer, lo anima: «Te voy a hacer unas tortillitas de bacalao». «Y unas torrijas», pide él con euforia. «Unas torrijas, no, de momento no», resuelve ella, que el Domingo de Ramos probó el menú especial del hospital: bacalao al cava con setas. «Fue un detalle muy bonito, y además dicen que habrá torrijas el jueves y el viernes, pero yo espero no probarlas». María Ángeles, enfermera de la planta y hermana de Los Negritos, sonríe. Dice que se nota que es Semana Santa en todo el hospital, «y yo lo noto más porque tengo los pies hechos polvo de ayer y estoy muerta».
Dos plantas más arriba, en Urología, Manuel Muñoz está a punto de recibir el alta. Pero el médico le ha dicho que tiene que guardar reposo en casa durante unas semanas. Salvadora, su mujer, se resigna: «Este año me voy a tener que quedar sin ver las cofradías. El domingo me fui corriendo desde el hospital para ver un momento La Paz en el parque, pero las demás voy a tener que verlas por la tele. Y eso que hasta tengo sillas en la calle Sierpes. En la pantalla no se respira el ambiente ni el olor a incienso, pero hay que tomarse las cosas como vienen», explica cabizbaja esta hermana de Santa Cruz mientras su marido, de la calle Sagasta de toda la vida, la observa con cierta compasión.
También está Santa Genoveva en La Campana en la televisión de la 507. Rafael sale «desde hace un porrón de años» en San Esteban. «Llevo aquí un mes y pico y tengo la pena de que este año no voy a poder salir. Qué voy a hacer, tengo que aceptarlo. Es como las torrijas, que las tengo prohibidas y me encantan».
El doctor Galindo, jefe de Cirugía de Urgencias, está en ese momento desbordado. Una mujer que se operó el sábado de una hernia le ha pedido el alta con insistencia. La enfermera de la planta no para de llamar. «Dice que vive en Triana y que se quiere ir cuanto antes para ver a San Gonzalo», explica el cirujano, que tiene claro que «la enfermedad no tiene vacaciones, por lo que mantenemos un dispositivo como el resto del año, aunque tenemos que cuadrar los calendarios porque hay muchos médicos que quieren salir en su hermandad». A él le toca hacer guardia en la Madrugá, pero «el martes me voy a Jerez a ver las cofradías en las que salen mis hijos». Cualquiera sabe si en la marabunta que se hacina ante el Infanta Luisa a las seis de la tarde está la mujer de la hernia. Los ciriales del palio ya no dejan buscar. Una hermana de la Caridad quita la valla de Urgencias. La izquierda alante y la derecha atrás. La Virgen mira de frente. Agustín y Rosario, de Alcalá del Río, están llorando. Su primer hijo, Agustín, nació el sábado por la noche. Van a ofrecérselo a Ella. Antes, Castor Fernández, un gallego que fue párroco en San Gonzalo, aparece con la vara del hermano mayor. «He venido porque mi primo tiene un cáncer de médula, le han hecho un transplante y ha tenido rechazo. Me ha pedido que venga a preguntarle a la Virgen por qué los médicos no pueden curarlo. Y aquí estoy». Agustín alza a su niño. Manuel Garduño llama: «Pa esta nueva criatura y pa los que están ahí metíos». Desde abajo se escucha al unísono: «¡Al cielo!». Y toda la cuadrilla lleva a la Virgen de la Salud a Urgencias. Salud en Urgencias. Dios quiera.
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