Embarazoso es poco. Las situaciones que se dieron nada más acabar el partido del Camp Nou rayaron en lo grouchiano. Sólo Xabi Alonso aceptó en la cadena de pago dar explicaciones. Lo hizo a pie de campo y lo habló con el señorío y donaire que siempre tiene este jugador, con naturalidad: «Hemos perdido, ellos han sido mejores y solo hay que felicitarles». Perfecto. Nada que objetar.
El problema vino luego. De repente, nadie quiso hablar. Tuvo que salir Prensa, en la voz del bueno de Javier Tamames, para decir que nadie iba a hablar, lo que empezó a enrarecer, aún más, el ambiente. La gente empezó a recordar que incluso en el alcorconazo, tras el 4-0, Raúl González, capitán madridista, salió a pedir perdón a sus aficionados por el papelón hecho. Esta vez no hubo nada de eso.
Dicen que fue una consigna de Mourinho, que pudo decir algo parecido a «que no hable nadie. Yo os tapo. Yo cargo con todo». Y los jugadores encantados. Ninguno de los capitanes dio un paso adelante para decir: «No, señor, yo salgo a decirle algo a los socios».
Todos se callaron y cuando llegaron al aeropuerto de El Prat les esperaba un infierno. Los mismos que el día anterior les habían vitoreado estaban esperándoles para llamarles de todo, insultarles y ponerles de vuelta y media. Se oyeron gritos de «¡Mercenarios!», «¡¿Dónde está el orgullo?!», «¡No merecéis vestir esa camiseta!», «¡Os habéis reído en nuestra pu.. cara!»... Y luego, recriminaciones personales a Benzema: «¡A ver si espabilas!» o a Khedira «¡Qué malo eres!». Solo Casillas salió indemne al grito alentador de «¡Íker, Íker!».
Los jugadores, o se hicieron los sordos o respondieron con una sonrisa y levantando el pulgar, lo que enfureció aún más a la masa. En el avión de regreso, silencio y unas sombras fantasmales que no querían ser vistas ni incomodadas, ni siquiera miradas. Los cámaras de televisión intentaron rodarles y fue entonces cuando miembros de Prensa se pusieron delante para que no lo hicieran.
Normal que hable
Es norma que no se filme dentro del avión, pero ante la petición de que dichas imágenes no fueran dadas porque era norma que no se rodaran, algunos veteranos periodistas recordaron que también es norma que los futbolistas hablen después de los partidos.
Con ese ambiente enrarecido se voló. Todo el mundo callado, menos los seguidores que mostraban su indignación en voz alta. Prensa, para calmar los ánimos, dijo que se rodaría a la bajada del avión, pero a la media hora denegó el permiso, lo que creó una polémica importante. Las televisiones, encolerizadas, amenazaron con no volver al avión puesto que el único interés de volar con ellos era filmarles en los triunfos y las derrotas. Prensa alegó entonces que era para proteger la imagen del club.
Lo cierto es que todo venía mal rodado porque, según se dice, Florentino Pérez se enteró del silencio de sus jugadores cuando estos ya habían salido del Camp Nou. Fue cuando montó en cólera. Su ira tiene sentido. El presidente lleva tiempo intentando proteger la imagen del club, deteriorada en su primera etapa por lances de este tipo que alejan a los jugadores de los aficionados que el club tiene en toda España y en el mundo entero.
Regate en Barajas
Que a la primera derrota haya un juramento de silencio, lo mande quien lo mande, no es buena idea en unos momentos en los que el antimadridismo busca cualquier excusa para crecer en todos los ámbitos sociales.
En Barajas, al igual que en El Prat, había aficionados esperando con las garras preparadas. Sin embargo, los jugadores salieron por una puerta lateral y esquivaron los insultos y los reproches. Ayer, que había día de descanso, algunos fueron a entrenarse de forma voluntaria, pero el daño ya estaba hecho.
