La estampida del colibrí
«El último rey de Escocia»| ((( | EE.UU. | 2006 | 123 minutos | Género-Drama | Director-Kevin Macdonald | Actores-Forest Whitaker, James McAvoy, Kerry Washington, Gillian Anderson, Simon McBurney
«El último rey de Escocia»
| ((( | EE.UU. | 2006 | 123 minutos | Género-Drama | Director-Kevin Macdonald | Actores-Forest Whitaker, James McAvoy, Kerry Washington, Gillian Anderson, Simon McBurney |
JAVIER CORTIJO
Para no irse por las ramas: Whitaker es a esta película lo que Jordan a los seis anillos de los Bulls, Mercury a Queen o Sherlock a Conan Doyle. Más que su corazón o sus pulmones, su mismísima osamenta. Por ello es tan complicado calibrar o analizar «El último rey de Escocia» sin que la mirada oblicua y el cuerpo acorazado del actor sean, parafraseando su nombre propio, un bosque («forest») que impide ver cualquier tipo de flor o arbusto adicional. Aunque tampoco conviene caer en el tópico de considerar esta brutal escalada a la ficción-no ficticia del prestigioso documentalista Kevin MacDonald como «one man band» a la mayor gloria de un actor que viene pidiendo a rugidos un Oscar, o más, desde que domó el saxo salvaje de Charlie «Bird» Parker.
Porque esta película posee un generoso sistema de temperaturas, condiciones humanas, terrores y desilusiones orbitando, eso sí, alrededor de la cintura de su protagonista, que la mueve con la misma soltura que Ali cazando una avispa. Al menos, esa es la imagen que tuvimos durante dos horas: actor peleando a la contra y haciendo sombra con su despreciable personaje, Idi Amín, único bicho capaz de superar a Hitler durante el siglo XX al correr por sus venas el peor elemento del crimen: la cobardía antimegalómana y el cerebro de lombriz. Una combinación tan explosiva que tronchó las vidas de un cuarto de millón de ugandeses mientras le hacía ser adorado y venerado por muchos miles más.
Y un reto que Whitaker agarra por las solapas, zarandea y logra que caigan al suelo diamantes que el tirano no merecería ni el mejor de sus sueños. Además de este impresionante fresco sobre la descomposición de a) un sueño y b) un país (magnífica la fotografía de Anthony Dod Mantle), valoraremos al rookie James McAvoy, que bastante tiene con aguantar el tipo pelirrojo ante el búfalo que le bufa en cada escena. Sus titubeos y unas gotas de gore sensacionalista (ese «hombre llamado caballo» en el duty free) empañan un filme impactante, sudoroso, apocalíptico y, vaya, forestwhitakero.
Ver comentarios