La hermandad del «freelance»
Calle Laraña. Entre El Valle y Los Panaderos. Allí pinta hoy con carbón de incienso uno de los primeros. Sevilla siempre fue refugio de viajeros románticos. Baste con ver los dibujos del inglés

El «freelance» Berthold Volberg es uno de los que más fotografías ha tomado de la Semana Santa sevillana./BERTOLD VOLBERG
Calle Laraña. Entre El Valle y Los Panaderos. Allí pinta hoy con carbón de incienso uno de los primeros. Sevilla siempre fue refugio de viajeros románticos. Baste con ver los dibujos del inglés Richard Ford que actualmente se exponen en el Centro Cultural El Monte. La historia se repite. Atraídos por un atávico mejunje hecho de una mijita de tópico y un poco de admiración, muchos viajeros de este tiempo siguen llegando a Sevilla en estas fechas para dejar escritas sus visiones costumbristas de una ciudad articulada en torno a una semana. Una sola semana. ¿Qué ven? ¿Qué sienten? ¿Qué cuentan a sus lectores? En algunos medios de primera magnitud, como el New York Times, el cronista cambia cada año. Otros románticos escritores cofrades ya son conocidos por aquí. A tiro de piedra del Domingo de Ramos, esto cuentan de nosotros.
Palios en Nueva York
Emma Daly, veterana periodista neoyorkina, fue la primera en abrir desde el New York Times una ventana a la actualidad cofrade sevillana. Hasta que en 2003 esta mujer dedicó una crónica diaria a nuestra Semana Santa, este rotativo -para muchos el más prestigioso del mundo- apenas le había dedicado pequeños reportajes. «En primavera se celebra una fiesta medieval en la que penitentes llevan procesiones a través de la ciudad desde el siglo XV. Miles de fieles, cubiertos en trajes de muchos colores y enmascarados en capuchas puntiagudas, ofrecen una imagen extraordinaria incluso para el espectador más ateo».
Daly, que este año aún se está planteando volver, aclara que al lector norteamericano hay que darle claves que para un sevillano serían absurdas. Por eso a sus paisanos les cuenta que «en las procesiones hay pecadores arrepentidos que van silenciosamente desde sus parroquias a la catedral y después regresan, mientras que grupos de hombres musculosos portan estatuas de tamaño natural de Cristo y la Virgen».
Christopher Clarey, el especialista en tenis del New York Times, también quiso vivir la experiencia de contar la Semana Grande de Sevilla el año pasado. Y dice que se quedó anonadado cuando vio entrar a la Hermandad de Santa Cruz: «Al abrirse esas puertas quedé admirado por cómo entraban los dos «pasos». ¿Se dice así?». Pero lo que más le llamó la atención fue el hecho de que «a pesar de ser una fiesta religiosa, participen en ella creyentes y no creyentes». Pero, ¿cómo narró todo esto Clarey a sus lectores, tan acostumbrado a firmar crónicas de Roger Federer? En uno de sus párrafos decía lo siguiente: «Pasos son complicadas representaciones religiosas adornadas con estatuas grandes de madera de Jesús en el dolor o María de luto y exornadas con el abundante oro que llegó a Sevilla desde el Nuevo Mundo y la plata de un pasado colonial. Estos «pasos» son transportados por grupos de porteros conocidos como costaleros».
Otra visión mucho más apegada al terreno tiene Valerie Gladstone, una periodista experta en danza que llegó hace ya una década a Andalucía para descubrir el flamenco. Desde entonces también relata todo lo que tiene que ver con la Semana Santa para el Washington Post. Gladstone, que reconoce estar «enamorada de Sevilla», da un giro de tuerca en sus crónicas: «Los sevillanos renuevan cada año su fe católica acompañando a Cristo en diferentes representaciones hasta la Catedral, la más grande del mundo tras las de San Pedro del Vaticano y Londres».
Pero al otro lado del Atlántico, la Semana Santa de Sevilla no sólo se cuenta en inglés.
Un nazareno desde Brasil
Marco Lacerda es un periodista y escritor del norte de Brasil que desde hace años trabaja en España como corresponsal del diario O Globo y colaborador de la revista Mirada Global. Sus reportajes, casi siempre dirigidos al análisis de la cultura popular de aquellos lugares que visita, han dado la vuelta al mundo. Pero Lacerda no cambia Sevilla en estas fechas por nada. Razón principal: las torrijas. Bueno, «las torrijas y las yemas de San Leandro, ¿eh?». Mas no sólo cuenta con tan buena información para la cuestión golosa. Marco Lacerda es quizás el viajero romántico más certero: «Las cofradías son agrupaciones religiosas de ciudadanos pertenecientes a una parroquia, que alberga las imágenes que saldrán en procesión. Los hermanos o miembros se ocupan de todo lo relativo a estas procesiones durante todo el año. Cada cofradía suele tener dos pasos, normalmente el primero representará a Jesucristo en la Cruz o en otra escena referente a su «Pasión» (escenas transcurridas entre los momentos de oración en el Huerto de los Olivos hasta su muerte); y el segundo, a la Virgen, como madre que sufre. Los hermanos llevan con honor el cargo de salir como nazarenos con sandalias o descalzos, (vestidos con túnica larga y antifaz en forma de capirote) portando un cirio o cargando una pesada cruz de madera. Otro honor es salir en Semana Santa de costalero, compartiendo con otros la carga del paso sobre sus hombros (un sólo costalero puede llegar a soportar un peso de hasta cien kilos)». E incluso se atreve a dar claves. Atención a este pasaje que Lacerda publicó el año pasado: «Contrasta sin duda ver a la Virgen de la Candelaria cruzar los Jardines de Murillo la noche del martes, al son de la alegre música de «Los Campanilleros», cuando sus costaleros la mecen de tal forma que parece que baila; y ello justo después de haber visto a Los Estudiantes, con su larga fila de penitentes cargando cruces, entrar en la Universidad, en recorrido silencioso y solemne». La gracia de cualquiera de estos párrafos no está en lo atinado de sus comentarios, sino en el soniquete que tienen en portugués. Ejemplo: «Contrasta sem uma dúvida para ver o Virgen do Candelaria cruzar os Jardiness de Murillo a noite de terça-feira». ¿Y en alemán? ¿Cómo sonaría en alemán?
Un paso bávaro
Berthold Volberg es uno de los cientos de alemanes que se han enamorado de Sevilla en las últimas décadas. Junto con el berlinés Christoph Gupta y el muniqués Oliver Farke, este periodista se encarga de contarle Sevilla a los sevillanos de Alemania a través del Berliner Zeitung. Pero sus textos se dirigen más al contexto «porque ésta es la ciudad con el mejor ambiente del mundo». Esta crónica podría firmarla cualquier plumilla local: «Estamos en el Rinconcillo. Entre barriles viejísimos de jerez y jamones que están colgando del techo, se encuentra una animada multitud tomando copas y tapitas. Pero hay algo distinto en el aire. Casi todas las damas llevan trajes de negro riguroso y la clásica mantilla negra de blonda y chantilly. De repente, todos tienen mucha prisa y salen precipitadamente. El portal de la iglesia mudéjar de Santa Catalina, que se encuentra directamente enfrente, se ha abierto». Sirva como metáfora. Ya comienzan a llegar todos los miembros de la hermandad del «freelance». Y es necesario que, como a Richard Ford, les ayudemos a quitarse el antifaz. Silencio. Se abren las puertas de la Semana Santa de Sevilla. Para todo el Mundo.
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