La plaza que nunca existió

TEXTO: PABLO FERRAND FOTOS: ARCHIVOLas obras del tranvía de la Avenida de la Constitución sirven de pretexto para recordar el diseño de una plaza que no pasó de los planos. Su autor, Juan Talavera y

Junto a estas líneas, detalle del plano de la Plaza de la Catedral. Los dibujos de este proyecto los ha cedido el arquitecto Rafael García Diéguez, hijo del dibujante Así quedaba la zona del Postigo La plaza vista desde la Catedral, con la la galería porticada al fondo

TEXTO: PABLO FERRAND FOTOS: ARCHIVO

Las obras del tranvía de la Avenida de la Constitución sirven de pretexto para recordar el diseño de una plaza que no pasó de los planos. Su autor, Juan Talavera y Heredia, quiso dotar a la Catedral de Sevilla de una amplia perspectiva que permitiera su contemplación en toda su grandiosidad: el conjunto de las tres portadas de la fachada principal más todo el juego de arbotantes que confluyen en el gran rosetón. El proyecto se dio a conocer en diciembre de 1940. La plaza se abría de forma rectangular desde la Avenida hasta el comienzo de la calle Dos de Mayo, y allí, en ese extremo, quedaba esta calle más amplia a costa de eliminar el mercado del Postigo, del mismo Talavera. Este fondo de saco lo resolvía el arquitecto mediante una galería porticada en ángulo que, por un lado, comunicaba con la Calle Dos de Mayo y, por otro, con el arco del Postigo del Aceite. El nexo de unión de las dos arcadas era, en realidad, esta puerta de la muralla y la capilla adosada de la Pura y Limpia, que Talavera retocaba para adaptarla al nuevo pórtico, aunque conservando la portada y la espadaña.

El arquitecto regionalista buscó el efecto-espejo del agua mediante un gran estanque central. Este recurso estético ya lo había empleado con anterioridad (1921), y a otra escala, en el jardín de la Torre de Don Fadrique. La plaza se completaba con dos fachadas avitoladas de estilo neobarroco, su preferido, siguiendo un poco las trazas del muro del compás del desaparecido Colegio de San Miguel. En cuanto a las galerías porticadas, es muy probable que Talavera se inspirara en el claustro grande del monasterio de San Jerónimo de Buenavista.

Entre sus dibujantes más destacados hay que recordar a Miguel García Gómez, que trabajó con el arquitecto 25 años. Su trazo seguro y el dominio de los detalles quedan patente en este proyecto de la Plaza de la Catedral.

Talavera nunca renunció al sentido castizo y culto de lo blanco que caracteriza su regionalismo arquitectónico. Pero como un hombre de su tiempo, en su obra está presente el eclecticismo, el modernismo, un historicismo basado en un barroco muy equlibrado, y el racionalismo. De todas estas etapas quedan muestras en Sevilla. Se perdió, eso sí, uno de los mejores pabellones de la Exposición Iberoamericana de 1929: el del Aceite, que formalmente era una hacienda de olivar en medio de la ciudad. Su incursión racionalista nos ha dejado dos muestras: Casa Lastrucci (1934-35), en Álvarez Quintero, 5, realizada en colaboración con Antonio Delgado Roig, y la estación de Autobuses del Prado de San Sebastián (1941) en colaboración con Rodrigo y Felipe de Medina Benjumea.

Plazas recoletas

En el terreno urbanístico, Talavera, muy perfeccionista, se sentía a gusto en espacios pequeños e íntimos de «proporciones humanizadas» como dice el profesor Villar Movellán; ahí están sus plazas recoletas del barrio de Santa Cruz en las que su sentido de la belleza y la armonía le hace conjugar la arquitectura que él considera de estilo sevillano con los conocimientos de jardinería. Y esos criterios lo aplica también en la Plaza de la Catedral propiamente dicha y en la zona del arco del Postigo, que la convierte en una placita cuadrada que es como un rincón del Alcazar: los árboles, el agua de la fuente y los distintos planos arquitectónicos.

La Plaza de la Catedral no se hizo y el Colegio de San Miguel quedó a salvo por unos años. Finalmente, en los setenta del pasado siglo, la piqueta hace su labor y de este colegio munumental apenas ha quedado la portada gótica y unas columnas que, organizadas en semicírculo, conforman ahora la llamada plaza del Cabildo.

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